Capítulo 14

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―No digas oops ―se quejó, sobándose todo el brazo derecho

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―No digas oops ―se quejó, sobándose todo el brazo derecho. Era donde más lo había golpeado.

―Lo siento, lo siento, lo siento ―me intenté disculpar. Pero él seguía mirándome como si con esa mirada pudiera matarme ― En fin, ¿qué haces aquí, Connor?

―Yo... ―empezó. Noté un tono un poco raro en su voz, como mareado o somnoliento―. April, ¿por qué lo hiciste?

―¿Qué cosa? ―pregunté, aunque creía saber a dónde se dirigía la cuestión.

―Besarte con ese muchachito rubio que habías conocido apenas hace un día ―rodó los ojos, tal como una chica celosa. Eso era lo parecía estar... ¡celoso!―. Te dije que no te juntes con él. ―Sus palabras no salían muy claras, de hecho, apenas entendía. Su voz seguía casi igual, pero un poco distorsionada.

Suspiré masajeándome la sien con dos dedos.

—Estás borracho, Connor. Vete de mi casa, ahora.

―Pero...

―Nada de peros.

―Lo siento, April...

―Soy yo quién lo siente. ¡Eres tan...! ¡Diablos, no lo sé! ¿Quieres que sienta celos? ¡Quiero ser esa maldita chica, lo admito! No, ¿sabes qué? ¡Olvídalo! Yo soy mejor que esa mujer con complejos de payaso y si no me aceptas como soy, puedes irte. De hecho, vas a irte, ahora. ―Solté todo aquello abruptamente, que dudaba que hubiese comprendido siquiera la mitad, pero después de todo, el no recordaría nada mañana con la borrachera que se mandaba ese día.

―¿Qué chica? ―preguntó ladeando la cabeza. Solté un suspiro, que decepción.

―No tengo que decir nada más, él no va a recordar nada, es inútil —me dije a mi misma, intentado darme paciencia y fuerzas.

Él simplemente se quedó callado. Abría la boca como si fuera a hablar pero rápidamente la cerraba.

―No sé siquiera porque sigues en mi casa. ―Eso fue algo raro, dije lo que me molestaba, o al menos una parte, pero no me sentía aliviada ni mejor, ¿no se suponía que debía de ser así? Tan solo estaba más furiosa —. Ya vete.

Connor se fue caminando hacia la puerta, comenzó a tambalearse, no podía caminar bien.

―Estás tan... borracho ―me quejé en un susurro, pero igualmente me escuchó.

―Lo estoy... ―cerró la puerta detrás de él. Y la habitación quedó en un silencio que daba miedo. Observé la ventana abierta y caminé a cerrarla. Lo más seguro es que haya entrado por ahí.

Saqué ropa del armario y comencé a cambiarme, con todo el tiempo que pasé envuelta en la toalla no fue necesario secarme tanto. Me sequé el cabello rápidamente y lo até en una despeinada trenza a pesar de tenerlo húmedo.

El infiltradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora