Capítulo 38

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Connor se giró con rapidez y me cogió del brazo dejándome a sus espaldas

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Connor se giró con rapidez y me cogió del brazo dejándome a sus espaldas. Sin dudarlo, me ubiqué a su lado y me abracé a él, quizá por el hecho de sentirme segura con él a pesar de lo que nos rodeaba, o quizá porque no quería que saliera herido de todo esto.

—Vaya, vaya... Sellers, no esperaba la traición de tu parte, y sé que tú no esperabas verme parado frente a ti.

Sentí como Connor se tensaba a más no poder y su rostro se tornaba pálido al ver al hombre frente a él, que aparentaba al menos unos 50 años, me atreví a decir que todavía un poco más.

Un par de sicarios, o qué sé yo, estaban a cada lado de él, listos para atacar si era necesario, y claro que lo sería.

—Tú... —Connor empezó a decir, pero Iván apareció y lastimosamente no solo.

—Es una pena que no pudieran haberlo recogido antes que nosotros, para ustedes, claro —su mirada brilló de maldad mientras hablaba refiriéndose a papá.

Oh no...

Iván se posicionó al lado del hombre que con tan solo su mirada lograba hacer que temblara como una gelatina del miedo.

—Miller... —susurró papá, desde el suelo donde Iván lo dejó, moribundo... Su rostro se tornó blanco como el papel al ver al hombre cincuentón, cerró los ojos y luego los volvió a abrir, quizá queriendo verificar si estaba viendo correctamente.

Y a pesar de todo, no pude dejar de mirar a papá como si tan solo fuese un sueño, como el que tuve antes. Y, a pesar de verlo tan herido, la felicidad de tan solo saber que respiraba, que vivía, me inundó a oleadas enormes.

La mirada dura del que, al parecer, se apellidaba Miller, se dirigió a mi papá y sus ojos irradiaban odio.

A pasos lentos llegó hasta papá, y se agachó, provocando que intentara avanzar hasta él, pero claro, Connor no me dejó.

—¡Mataste a mi esposa! —vociferó el hombre cargado de odio—. E intentaste matarme.

Su voz se convirtió en un susurro lento, furioso... Quería hacer algo, acercarme, detener lo que sabía que se venía, quería evitarlo todo, pero Connor me sujetó aún más fuerte.

Y entonces... el puño de Miller se estrelló contra el rostro, el cuerpo de papá.

Solté un chillido, sintiéndome tan impotente, tan inservible e idiota.

—¡Suéltame, Connor! ¡Suéltame, suéltame! —rogué a gritos cargados de dolor, sin obtener ningún tipo de respuesta.

—Te he matado, te he matado —susurraba papá con muecas adoloridas, sin poder creer que el hombre frente a él estaba vivo. No podía comprender nada.

—Buen intento, pero no perfecto. Voy a acabar contigo, como acabaste con mi esposa. Voy a terminar de romper tu familia, como rompiste la mía.

—Deja... deja a mi hija libre... y podrás hacer conmigo lo que desees, Arthur.

El infiltradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora