Capítulo 30

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La máscara dejó su rostro, miré mi mano donde se hallaba, sin creer que había podido quitársela

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La máscara dejó su rostro, miré mi mano donde se hallaba, sin creer que había podido quitársela. Levanté la vista, ansiosa y asustada de descubrir de una vez por todas. Ya podría confirmar si se trataba o no de James.

Cuando creí que descubriría su identidad, se pegó a mí por completo. La piel tersa de su rostro acarició mi cuello cuando dejó su cabeza entre éste y mi hombro.

Suspiré cuando fue subiendo lentamente, permitiendo su respiración caliente rozar la piel a su paso, como un juego lento con el fin de torturarme.

―No, no. No estás siendo una buena chica, April ―susurró una vez llevó a mi oído.

―Tan solo quiero saber quién eres, ¡estoy harta de este juego! Tan solo déjame ver tu rostro ―rogué cansada.

―Hay cosas que tienes que saber... yo... ―Se detuvo sin acabar. Sus manos se posaron en mis caderas evitando que me alejara. No podía creer que estaba tan cerca de descubrir quién era y no podía hacerlo. Ya comprendía la frase "tan cerca y a la vez tan lejos".

―¿Tú qué? ―inquirí ansiosa.

Sin meditarlo, le rodeé con mis manos también, intentando animarlo a hablar.

Me sentía ridícula por mi reacción, mis pensamientos y todo de mí. Actuaba como una adolescente.

Respiré hondo su aroma. Me sentí embriagada con tan solo olerlo, y más cuando sus brazos me rodeaban también.

―Si dejo que veas mi rostro, no volverás a verme jamás. Me quitarán del grupo, otro mafioso me reemplazará y no podré protegerte. No volveremos a estar juntos como ahora y no está en mis planes dejarte. ―Su voz susurrante y ronca acarició mi alma. Su aliento en mi oído fundió cada defensa.

No pude explicar el porqué de mis pensamientos pero no estaba segura de querer saberlo realmente.

Pero la verdad era que... estuviese con quien estuviese, había alguien a quien no podía olvidar, aunque odiaba que fuese así.

―Estoy enamorada de otro hombre, Sellers... ―murmuré bajando la mirada. Su mano buscó la mía y con suavidad me quitó las mascara y se la puso con agilidad.

―Lo sé, y no te imaginas lo mucho que me encantaría ser él, tenerte para mí y que me tengas para ti ―respondió tomando mi mentón con suavidad para subir mi cabeza y observarme a los ojos.

Sus dedos recorrieron mi mentón hasta mi mejilla y la acarició con dulzura, adoración.

―Yo... no sé qué decir ―hablé con voz casi inaudible, perdida en sus caricias y su mirada clara, casi grisácea.

―No tienes que decir nada... solo déjame amarte―pidió y su rostro se acercó al mío con la máscara levemente levantada hasta que nuestros labios se hallaron en una caricia suave y dulce. Apenas fue un roce, pero se sintió tan bien que necesité más, necesité más de él.

El infiltradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora