Capítulo 27

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—Suéltame —exigí rápidamente

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—Suéltame —exigí rápidamente. Cuando volví mi vista a su rostro, no tenía expresión alguna, y no podía evitar sentirme peor por eso.

Simplemente me recordaba que nada era verdad.

Suspiré y asentí al ver que no pensaba ni responderme ni permitirme alejarme. Bajé la cabeza en señal de derrota.

¿Derrota? Esa palabra no iba conmigo.

Levanté la vista nuevamente pillándolo observándome con demasiada fijeza.

Papá estaba demasiado cerca.

Mi corazón latía desbocado, si papá nos encontraba en una situación... comprometedora, quizá...

Caí en ese instante en la cuenta de que no sabía cómo reaccionaría ni que diría.

Empecé a agitarme nuevamente, intentado deshacerme de su agarre y de cinturón, pero era estúpido, no funcionaba.

Un par de golpes en la ventana se oyeron y comprendí que no había de otra.

Papá nos observaba a través del vidrio polarizado. Connor realizó un movimiento brusco ante mi despiste, sorprendiéndome.

Su mano buscaba la manija para abrir la puerta, con desesperación, y no logré comprenderlo. ¿Qué le sucedía? ¿Qué planeaba hacer?

Su desesperación logró desesperarme y alertarme a mí también.

Cuando logró abrir la puerta, suspiró con fuerza y observó a mi padre.

Mis nervios aumentaron y mis manos apretaron fuertemente la camisa de Connor, asustada por la reacción que podría tener papá y por el simple hecho de estar así con él, y que papá nos estuviese viendo.

—Dile... dile que me suelte, por favor. Se lanzó... se lanzó sobre mí y empezó a chillar que la fo... —decía con voz fingida y entrecortada. Contuve la respiración al oírlo, al descubrir sus intenciones.

Mi corazón latía desbocado.

Él no podía hacerme esto, ¿no se sintió satisfecho con el daño que ya me hizo?

Papá lo interrumpió antes de que terminara la palabra.

—Alto, muchacho, no hables as...

—¡Está desquiciada! Créame, dice que ve cosas y se desconecta de la realidad. Y, permítame decírselo, pero empieza a darme miedo. Todo el tiempo está como una loca tras de mí.

Lé observé con los ojos abiertos desorbitados.

Las palabras se trabaron en mi garganta, donde un nudo se había formado. Sus palabras, duras y crueles rompieron todas mis barreras. Ya era suficiente para mí de él.

Podía sentir la mirada de papá acusadora, su ceño fruncido y su mandíbula apretada.

¿Tan fácil le creía?

El infiltradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora