El maldito conductor en Año Nuevo

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–Tengo una idea: qué tal si las madres de jóvenes inocentes dejan de casarse con extraños, y les explican lo que pasó en sus dos meses de ausencia.

OK, entiendo que en dos meses pueden pasar muchas cosas, pero ¿Que tu mamá se case con el director de tu nueva escuela (y que conste, lo había visto unas tres veces en toda mi vida)? Eso ya es extremo.

–Oliver, tú ya sabes que llevo mucho tiempo viendo a Evan, y...

–Querrás decir un par de meses.

–No –suspiró mi madre–. Evan y yo nos conocimos en Diciembre, en la fiesta de navidad de tu antiguo colegio. Tu profesor de historia es muy amigo de Evie.

Ugh, "Evie". Y tendré que soportar a este hasta la universidad... y para eso faltan todavía cuatro años. Y para peor, cuatro años rodeado de juiciosos adolescentes en una escuela nueva. Como si mi antisocialidad no fuera ya un problema.

–...así que decidimos casarnos, y... ¿Oliver, acaso me estás escuchando?

Ups

Ehm, sí, sí –Eso, queda como un idiota que no sabe mentir–, eh...no. Perdona.

–Hijo, cuándo va a ser el momento en que me escuches –mi mamá se levantó y se sentó junto a mí–... te decía que Evan y yo salimos desde Abril, y...

–¿¡Abril, mamá!?¿Y cuándo pensabas decírmelo?– La fulminé con la mirada y ella suspiró.

–Te lo iba antes de que te fueras,— confesó–, pero entre los planes de tu viaje, no tuve la oportunidad. No quería arruinar este tiempo de felicidad por el que pasabas y nunca pensé que mi relación con Evan llegaría a este punto tan rápidamente. Lamento no habértelo dicho.

Bueno, claro que me hubiera enojado de habérmelo dicho, pero tampoco es que sea un Hulk sentimental.

– Sí, entiendo que hayas querido decírmelo en el momento oportuno –repliqué–, pero esto es un cambio radical y hubiera preferido que me consultaras, al menos, antes de hacerlo.– Sentí mis ojos húmedos al recordar el último "cambio radical" que sufrió mi familia.

Mi padre murió hace dos años, en un accidente automovilístico. Un irresponsable (y digo irresponsable aunque hayan otros mil insultos mucho más fuertes para describirlo, que preferiría no escribir) conductor ebrio lo chocó en la noche de año nuevo. Recuerdo que él siempre nos decía que hiciéramos un deseo al aparecer el primer fuego artificial de la noche, y se cumpliría. Al escuchar la noticia de que mi padre tuvo un accidente en el camino a casa, el único deseo que me vino a la mente fue que él se salvara.

Obviamente, no se cumplió.

–Corazón –su voz me sacó de mi ensimismamiento, mientras sujetaba cariñosamente mi rostro en sus manos–, entiendo que no quieras saber nada de mí emparejándome de nuevo, pero Evan me puede ayudar a completar el vacío que tu padre me ha dejado. Él me hace feliz, Oliver, ¿tu quieres que sea feliz?– asentí, mientras ella me pasaba su dedo pulgar por la mejilla y me secaba una lágrima– Gracias por comprender.

Asentí nuevamente y me fui a mi pequeña habitación, que era básicamente mi refugio del resto del mundo.

Esta no era nada muy especial, tenía mi cama a la izquierda, y a su derecha un velador repleto de mis libros favoritos, una ventana en la pared de atrás y un reproductor de música en la esquina. Pero mi parte favorita siempre fue el gran escritorio antiguo, mi lugar creativo. Aquí yo escribía mis poemas e historias.

¿Qué? Dirán todos. ¿Eres un chico que escribe poesía?¡Eres todo un rarito! Pero no, no lo soy. Sólamente escribo poesía, veo películas de Disney y me gustan los repollitos de bruselas. Y bueno, tal vez lo sea un poquitín. Nada más. Pero lo de la poesía lo descubrí un par de meses después de el accidente, al tratar de descargar mis sentimientos en el papel que nos asignó mi profesor de Lengua. Ese poema recibió no solo un diez de parte del Sr. Willson, sino que además él me dijo que me debería dedicar a ello. Para mí, escribir poesía es poder desenlazar a mi propio yo (y digamos que, con mi antisocialidad, aquello no era fácil).

Así que me senté en mi silla y, con mi lapiz y mi libreta, me introduje en el mundo de la poesía.



(Oliver en multimedia)

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