Los bosques de Estravis eran temidos tanto por valientes como por sensatos. En ellos se escondían todos los fracasos mágicos, los abominables resultados del amor entre razas incompatibles y las criaturas que no deseaban tener nada que ver con las sociedades civilizadas. Por las noches se solía escuchar el murmullo y el bullicio demencial de los seres más extravagantes. Corrían miles de leyendas y mitos sobre el origen de los bosques. Se solía dar por entendido, que el bosque más peligroso de todos, era el que llevaba por nombre al primer rey de Estravis, Raghar. Los sivar comenzaban a contar su historia a partir del primer reinado que existió en Estravis, el cual se produjo unos años antes que el calendario cristiano en el que se basaban los humanos, así que no era raro ver monumentos, o calles que honoraban y bendecían el nombre del rey. Raghar, además, resultó ser un rey muy peculiar que se vio desaparecido en la guerra del 502 D.R., durante la Gran Guerra de Plata. Su reinado fue el más largo y en el que se asentaron las principales razas de los raenar; algo que sin duda, fue de extrema importancia para todos los siguientes sucesos que se acaecieron en aquél momento. Fue también la época en la que se originaron los bosques. Según la historia que explicaban los libros, los bosques se iniciaron por la añoranza al mundo humano. Los primeros raenar en llegar a Estravis, eran los sivar capturados por los angus durante sus primeros años de Guardia de Plata. No podían salir, no podían hacer nada, así que se dedicaron a crear un mundo más suyo. Siguiendo las explicaciones del libro de Gardient S. Tofoli, la magia de los demonios —la cual era muy, muy básica—, sólo logró crear un bosque de rocas. Más adelante, cuando ya entraron todos los sivar para refugiarse de los humanos, los magos trasplantaron semillas del mundo humano y lograron hacerlas crecer en aquella tierra de nadie.
Sin embargo, ninguna de aquellas historias le importaba demasiado a Ryeo Wook porque para él, el bosque había sido uno de sus mayores amigos. Desde que era muy pequeño recordaba recurrir a la corteza de los árboles para arrimarse a la compañía de un ser vivo. Nunca había sabido ganarse amistades, y en su época las academias ya eran de raza mixta. El horror del sometimiento al que se veía sujeto por los demonios, le aislaron de la sociedad y le convirtieron en un chico solitario hasta que conoció a alguien en aquél bosque. Sus pasos sobre la tierra húmeda eran silenciosos y cautos, procurando no ser descubiertos por otros ojos ni otro olfato que el de su amiga y compañera. La noche la hacía sentirse más segura, y solamente se daba a conocer cuando llegaba el morado.
—¿Sunny? —inquirió en susurros a la oscuridad sumergida en la estepa. Escuchaba algunas voces procediendo de ahí, pero no lograba reconocer la voz. Se quedó quieto, dejando que la brisa nocturna le lamiera la cara. Sentía una cierta inquietud molesta, que le daba pequeños mordisquitos en los pies. Debería salir corriendo, pensó en algún momento, pero no lo hizo. El rumor de las hojas le advirtió de la presencia de dicho sujeto. Se escondió detrás de un árbol y asomó ligeramente la cabeza. Era alguien alto, con talante. Se notaba que se sentía seguro de sí mismo y que sabía muy bien hacia donde quería ir. Contempló momentáneamente los zapatos que llevaba, pero estaba lejos y no lograba vislumbrar demasiado bien la forma ni el color. Debía tenerle a unos 8 o 9 metros de él. ¿Debería moverse más hacia delante? Podría ser escuchado fácilmente, sin embargo...
—¡Bu! —Ryeo Wook dio tal brinco que casi dio con su cabeza en la rama del árbol. Sunny se rio de valiente. Era justo la reacción que deseaba encontrar.
—Sunny, ¿pero qué haces? ¡Sshhh! —Ésta le miró orgullosa, desde su postura soberbia.
—¿Qué te pasa? Estás conmigo, ya sabes que no pueden hacerte nada. ¿O te dan miedo los centauros? Pobrecillo... Es una pena que sólo violen a mujeres, ¿verdad? Aunque si te ven ese culito, a lo mejor se lo piensan. —Le guiñó un ojo y Ryeo Wook trató de ignorarla y asomar la cabeza de nuevo para observar al extraño. Algo le decía que era importante que lo hiciera. Sin embargo, lo único que pudo ver fue una figura que se alejaba, apresurada, hacia la negrura. Ryeo chasqueó la lengua.
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Estravis
Fiksi PenggemarSe llamaban sivar: eran demonios, ángeles, vampiros, licántropos y toda clase de seres fantásticos. Antes formaban parte de la tierra, pero la sangrienta guerra de Plata descolocó para siempre esa realidad. Comenzaron a vivir en un mundo paralelo cr...