Nathaniel recuerda al niño extranjero de nombre extraño, Boby. Le decían así porque no podían pronunciar su nombre completo.
Las hermanas trataron de acercarse a el primero una noche mientras ellas jugaban a contarle una historia a los demás niños y pidieron ayuda a Boby, aun cuando las hermanas nunca se ponían de acuerdo que es lo que él debía decir o como se disfrazaría en la historia, además de que el niño hablaba muy mal nuestro idioma. Por todo esto las hermanas no consiguieron acercarse lo suficiente a él.
Las cosas salieron mejor para Nathaniel un día que decidió seguirlo al sótano donde guardaban los juguetes pequeños con los que funcionaban las maquinas. Al bajar las escaleras encontró a aquel niño en un rincón abrazando sus rodillas y balbuceando mientras lloraba. Nathaniel descubrió que cuando no estaban las hermanas era más fácil hablar con él y fue así como esa noche lo invito a ir con ellos al otro lado de la casa.
Al llegar con su madre todos quedaron impresionados cuando ella comenzó a hablarle a Boby en su propio idioma, el cual les explico más tarde era una mezcla de distintas lenguas habladas en una parte del mundo donde los países nacían y desaparecían tan rápido que cuando uno los veía en un mapa seguramente ya no existían o tenían otro nombre.
Boby resulto ser un compañero de juegos de lo más divertido para las hermanas y para Nathaniel. Lo único que los hizo molestar fue la comida preparada para Boby ya que esta consistía principalmente es quesos que olían muy fuerte y verduras color morado.
En el jardín Boby los sorprendió a todos con su habilidad para trepar árboles y brincar de una rama a otra como si fuera una ardilla. También les mostro lo fuerte que era al colgarse boca abajo sosteniéndose con sus piernas de una rama mientras tomaba en brazos a cada uno por turno y los columpiaba.
Las ropas que su madre hizo para Boby lo hacían parecer un soldado de juguete con sus botas negras que brillaban como espejos y su chaqueta roja con tiras de color dorado que tintineaban cuando caminaba.
Cuando madre le dijo a Boby que era hora de regresar este no lloro, pero le dijo que tenía algo que mostrarle. De uno de sus bolsillos saco unas migas de queso y las puso en el suelo formando una fila.
Después tomando aire dio un silbido muy agudo y entraron corriendo un pequeño grupo de ratones. Las hermanas comenzaron a gritar al verlos pero su madre permaneció en silencio.
Entonces Boby comenzó a mover los pies y dar palmadas al ritmo de una canción que ellos no entendían. Fue entonces cuando los ratones se levantaron sobre sus pequeñas patas traseras y comenzaron a dar pequeños pasos al ritmo de la canción, primero sin moverse de su lugar para después moverse por toda la habitación haciendo una fila. Al igual que Boby los ratones daban palmadas y pequeños chillidos al ritmo de la canción cantando en idioma ratonil.
Al terminar Boby hizo una reverencia la cual imitaron los ratones y le anuncio a su madre que, si lo dejaba quedarse en aquel lado de la casa los ratones nunca más robarían la comida ni se comerían el papel tapiz de las paredes.
Madre acepto encantada anunciando que eso era justo lo que necesitaba y que, ahora que los tenia a todos para siempre con ella era hora de hacer algunos cambios, no habría más máquinas y no habría más niños durmiendo en el suelo.
A partir de ese momento solo estarían ellos viviendo en una casa igual de linda que la que había al otro lado.
Madre cumplió su promesa, solo en parte, la nueva casa era grande y con muchos cuartos para ellos, tenían un jardín para cuidar y un bosque al cual salir de paseo. Tenían un pueblo al cual ir de compras o al cine. Tenían un cartero que les llevaba noticias, promociones y mucho queso apestoso.
Lo que madre nunca les dijo es para darle vida y realidad a todo eso, las hermanas y Boby debían darle a cambio aquello mismo, sus vidas.

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El Palacio Rosa
HorrorEl Palacio Rosa actualmente habita en la parte oscura dentro de las memorias de quienes viven a sus alrededores.