VIII Ojos de Boton

36 2 0
                                    


Cuando su madre le conto sus planes Nathaniel comenzó a llorar, era imposible creer lo que su madre estaba diciendo y sin embargo sabía que era imposible resistirse.

Sabía que vivir en ambos lados de la casa significaba un gran esfuerzo para su madre y por mucho que se esforzara en ayudarla nunca era suficiente.

Su madre había decidido vender el cuarto principal de 2 pisos dentro del Palacio rosa, un cuarto donde podían vivir hasta 5 personas cómodamente. Vendería el cuarto únicamente a familias con niños para poder alimentarse al mismo tiempo que los nuevos dueños cuidaran a sus 3 inquilinos, permitiendo que estos sigan nublando los recuerdos y las mentes del pueblo.

Por su parte, su madre viviría permanentemente al otro lado de la casa, modificaría la entrada para que solo un niño pudiera pasar por ella y crearía una única llave la cual le haría llegar únicamente al niño adecuado.

Pero ¿Quién invitara a los niños a jugar? ¿Quién les mostrara el hermoso jardín al otro lado de la casa? ¿Quién les mostrara los juguetes y los acompañara a comer?

Fue entonces cuando su madre le mostro lo que había creado con los ojos de los niños. En su mano había 3 pares de botones hermosos y brillantes. Le explico que con ellos podría dar vida a los nuevos compañeros de juego y además vigilar a los niños cuando estén al otro lado de la casa.

Nathaniel acompaño a su madre al cuarto de costura, un cuarto que solo existía al otro lado de la casa y permanecía cerrado siempre. Dentro de este había una sola maquina similar a la que usaban los niños en la antigua casa para jugar, así como hilos de todos colores. Había también sacos llenos de arena gris similar a la que había en el jardín.

También ahí estaban las hermanas y Bobby tal eran cuando llegaron al otro lado de la casa por primera vez. Las hermanas eran hermosas y Boby era un niño sonriente. Eso pensó Nathaniel antes de darse cuenta que no eran ellos en realidad, su piel era gruesa y parecía hecha del mismo material de los sacos de arena.

De hecho eso es justo lo que eran, sacos de arena que tenían la forma de aquellos niños.

Su madre tomo uno por uno los botones y los coció cuidadosamente sobre cada muñeco para simular unos ojos. Le explico que cuando tomo la vida de las hermanas y de Boby decidió no tomar sus ojos.

En lugar de ello coció botones iguales en el fondo de sus cuencas oculares y uso los ojos reales para cubrirlos.

Esto servida como una conexión entre los inquilinos y sus respectivos muñecos para así moverse y hablar con sus mismas voces que tenían siendo niños.

Cuando coloco el último botón y dio la última puntada los muñecos comenzaron a moverse. Estos comenzaron a brincar y a reír igual que lo hacían hacia años.

Era así como funcionarían ahora las cosas, aquellos muñecos jugarían con los niños al otro lado de la casa, los inquilinos seguirían nublando la mente de la gente a la vez que los nuevos dueños cuidarían tanto de estos como del Palacio Rosa.

Entonces ¿Qué hará Nathaniel ahora? La respuesta era simple, su madre seguía necesitando una forma de cuidar y vigilar a la nueva familia en el Palacio Rosa.

Entonces le mostro: un pequeño muñeco relleno de arena, el cual pasaría a formar parte de los juguetes que había en el Palacio Rosa. Con el vigilaría a la nueva familia.

Para esto necesitaría otro par de botones, unos para el muñeco y otros para el otro lado de la casa.

Su madre le dijo que ya tenía ambos pares de botones, solo debía cocerlos en su sitio. Tomo una aguja grande y sin mayor explicación la hundió en su propio ojo. Con un giro de muñeca la aguja empujo fuera el ojo de su madre y este se hizo pedazos al tocar el suelo.

Dentro de la cuenca vacía y detrás de los pequeños nervios que ahora colgaban sobre sus mejillas Nathaniel pudo ver un botón negro. Era así como su madre, la señora Palace era capaz de ver a pesar de que sus ojos eran ciegos.

Repitió lo mismo con el otro ojo y dijo a Nathaniel que necesitaba los suyos para crear el segundo par de botones. Así podría ella ver atreves de los ojos de la muñeca lo que sucedía en el palacio Rosa sin tener que dejar nunca el otro lado de la casa.

Nathaniel comenzó a llorar al escuchar eso. Le grito a su madre que no lo hiciera y que encontraría la forma seguir trayendo niños.

Al escucharlo rogar su madre comenzó a reír y sin previo aviso hundió la aguja profundamente en el cuello de Nathaniel.

Este no sintió dolor y vio con horror como primero sangraba y después comenzaba a salir arena de su cuello. Esa era la razón por la cual seguía siendo un niño, no era más que una bolsa llena de arena con la forma de un niño. La vida que tomaba de los niños era no solo para alimentarse ella, sino también para mantenerlo con vida.

Nathaniel corrió escaleras arriba sin pensar a donde iría, solo quería huir de ese lugar.

Entro al cuarto de los juguetes y coloco una silla atorando la puerta sabiendo que era inútil, podía escuchar a las hermanas y al Boby de arena subiendo por las escaleras, comenzó a temblar al escucharlos golpear la puerta.

Cuando por fin lo encontraron Nathaniel estaba en un rincón abrazando uno de los juguetes llorando. Juntos, las hermanas y Boby lo llevaron de nuevo con su madre. Lo último que vio fue a está acercándose a él con la guja en mano.

A pesar de no sentir dolor Nathaniel grito y lloro hasta que la vida se escapó de él, o al menos casi toda. Mientras el gritaba y se retorcía en el cuarto de costura, uno de los juguetes comenzó a moverse y buscar por donde salir de aquella casa. La arena que contenía la vida de Nathaniel le permitía no solo moverse sino además ir al Palacio Rosa y regresar al otro lado de la casa libremente.

El Palacio RosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora