Parte 3

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—¿Y entonces? —Tamy estaba por demás de intrigada y se tomó el café de su jefa sin darse cuenta, absorta en la conversación, recibiendo de ésta una mirada con el ceño fruncido en respuesta. —Perdón, después te traigo otro.

—Y entonces, nada. Yo me fui con Juan, mi cita, —dijo guiñándole un ojo a modo de "viste que tengo citas", —que me llevó a casa y nada más pasó. Este señor quedó con la rubia teñida conversando entre arrumacos a la vista de todos.

—¿Sería la novia?

—No puedo asegurarlo, ni negarlo. Era muy bonita y llamativa. Joven, muy joven. Y escandalosa. Reía como para que todos la escuchemos y se movía como para que todos la miremos. Hasta Juan se distrajo en su vestido ajustado. Lo que puedo decirte es que Caseros estaba en llamas por ella. —Helena había querido salir del restaurante en el mismo instante que lo vio entrar, pero al notar que no la descubrió, se había relajado. O era una forma de decir, porque no logró despegar su mirada de él y no entendía el motivo de su curiosidad. Incluso en ese instante luchaba por descartar la imagen de las manos y los labios de Alex acariciando con suavidad el largo cuello de esa mujer que seguramente había terminado en su cama. —Al menos se puso un saco de vestir para la ocasión, pero lo arruinó con una camiseta ajustada debajo y pantalones angostos. Definitivamente ese hombre necesita ayuda en su vestidor.

—Ese hombre tiene más estilo que cualquiera y no necesita que lo contamines con tus ideas antiguas. Cuéntame de Juan.

—¡Por Dios, Tamy, qué horroroso gusto tienes! Nada que contar. Un adulador profesional, sonrisa falsa y chistes malos. Nada más. Ah, sí, viste como corresponde, traje gris a medida y de buena calidad.

—Aburrido —dijo su secretaria, estirando lo más posible la letra y riéndose en el mismo momento. Caminó hacia la puerta de la oficina y antes de cerrarla de nuevo agregó. —Te traigo otro café. Ah, Señor Caseros —casi gritó Tamy sobresaltada al verlo, —qué gusto volver a verlo. Helena, ¿ya puede pasar? —Helena maldecía en varios idiomas que haya sido tan puntual, "¡ni una conversación con mi amiga respeta!" Para ella era irrespetuoso y sólo para poder insultarlo en su mente argumentaba semejante estupidez. La pregunta de Tamy había sido en voz baja y disimulando la risa ante la posibilidad de que haya escuchado algo de la conversación, por lo que Helena negó con la cabeza y giró los ojos. Su amiga era increíble. Decidió que se haría la interesante. Él debería esperarla, era ella la que tenía la sartén por el mango. Ella. ¿No?

—Dame cinco minutos. —Helena de pronto se sintió innecesariamente incómoda. En esos cinco minutos su coraza de hielo se instaló en ella bloqueando todo rastro de humanidad y apretó el intercomunicador. Por supuesto después de siete exactos minutos. —Puede pasar. "Que sea lo que Dios quiera", pensó inquieta.

—Buenos días. —Empezaba la tortura, pensó Alex y miró los ojos de Helena, al saludarla encontró la misma mirada arrogante que el día anterior y lo puso de mal humor al instante. Se sentó ante la seña de ella, después de oír su saludo frío y distante. Recordaba la mirada que había mantenido con ese hombre en el restaurante y no era la misma, al menos allí había sonreído. Definitivamente ella tenía una hermosa sonrisa en desuso. Sabía que debería haberla saludado anoche, pero entonces su humor hubiese cambiado y tenía muchas ganas de pasar unas buenas horas con la rubia. Aunque se arrepentía, realmente hubiese querido felicitar a ese hombre por ganarse un par de sonrisas de la mujer fría que en ese momento lo escrutaba con cara de asco.

—Señor Caseros, su propuesta es interesante. Si nos ponemos de acuerdo en todo, podemos firmar hoy mismo el contrato. —Helena no tenía ganas de conversaciones sin sentido, lo mejor era ir al punto y terminar rápidamente.

Helena. La Princesa de Hielo (Solo 10 capítulos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora