Helena estaba pensando que decir, mientras Alex la recorría con la mirada y, por qué no decirlo, la evaluaba.
De cerca era hermosa, su mirada podría ser más bonita si no estuviese cargada de arrogancia, pensaba mientras analizaba cada detalle. Sus ojos eran de un común color marrón, pero su forma era sensual, o tal vez el delineado de sus perfectas cejas los hacía ver así, rasgados. Tenía una hermosa nariz, larga, femenina, recta y puntiaguda que no contrastaba con la boca de labios carnosos, el inferior más que el superior, por lo que lo hacía demasiado apetecible. Definitivamente mordería ese labio antes de besarlo, o después, o durante. Mentón pequeño, cara redonda. Cabello corto, sin llegar a tocar los hombros, con las puntas peinadas hacia arriba y flequillo largo sobre un costado que casi cubría uno de sus gatunos ojos, era de un usual color castaño oscuro, pero brillante y sedoso, al menos esa era la impresión que le daba. No podía reparar en sus curvas, sería demasiado desubicado hacerlo, pero ya lo haría. Por el momento lo que podía ver, era que sus pechos eran lo suficientemente grandes como para abrir un poco los botones de la camisa y revelar un escote admirable. Por lo que había visto de lejos, era dueña de una cintura pequeña y, adivinaba, que de un buen trasero. Se sacaría las dudas después.
Una hermosa mujer adulta, concluyó, y digna de ser seducida, claro, si le gustaran las mayorcitas. Lamentablemente sus gustos eran otros, las "menos treinta". Con sus casi treinta y ocho años, Alex todavía lograba alguna que otra conquista de esas jovencitas que lo tentaban con sus armoniosos cuerpos y cerebros dormidos.
—Señor... —La voz de Helena lo sacó de sus pensamientos mientras lo miraba molesta y levantaba una de sus impecables cejas. Las manos entrelazadas delante de ella eran de una absoluta delicadeza, dedos largos y finos con las uñas impecablemente pintadas de un rojo carmesí que pedían ser miradas. Alex adoraba las manos lindas en una mujer. Sus sueños lujuriosos, cuando los tenía, comenzaban con una mano pequeña y prolija recorriendo su pecho, bajando hasta su abdomen y perdiéndose lentamente entre sus ropas. Se movió en el asiento incomodándose por sus pensamientos. Su erección quería hacer presencia, con la sola imagen de esa mano desprendiendo su cinturón. Alejó, obligadamente, sus pensamientos. Quería ese trabajo y necesitaba concentrarse. —...Caseros. Usted realmente ha sido un impertinente con su cometario. Y yo no permito impertinencias en mis reuniones.
—No considero haber sido impertinente, sino coherente.
—Lo dicho es un detalle, me refiero a sus formas. En esta empresa no se toleran las malas formas.
—Entiendo, solo las suyas, ¿no es así? —Alex le clavó la mirada sin dudarlo.
—Esto no lo puedo permitir. Necesito hablar en este instante con su superior. Le haré saber personalmente porque la empresa que usted representa queda fuera de toda búsqueda. No lo quiero cerca de este proyecto y de ningún otro en mi empresa. —Helena notaba como su cuerpo se iba tensando desde la punta de sus pies hasta el último músculo de su cuello.
—Soy mi propio jefe. No represento a nadie y si me quiere fuera de su proyecto, se arrepentirá. Quiero que sepa que me resulta muy tentador y es un buen desafío. Tengo miles de ideas que pueden hacerlo mejor aún de lo que imagina. Pero pongo condiciones. Soy lo que busca y necesita. Y, para su conocimiento, tampoco acepto las malas formas.
—Usted es muy arrogante.
—Permítame reírme por quien me lo dice. —Alex no entendía la necesidad que sentía por pelear verbalmente con ella. Desarmarla mientras podía, lo hacía sentir bien. Cosa que incomodaba y enojaba cada vez más a Helena. —No la juzgo, tiene sus motivos para serlo, pero yo también. Aunque soy sincero, no arrogante, en mi caso. Soy el mejor desarrollador de sistemas que puede tener para este proyecto. Pero no lo terminaré en cuatro meses. Mínimo siete, máximo diez.
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Helena. La Princesa de Hielo (Solo 10 capítulos)
RomanceHelena Mackenzie es autoritaria, fría y calculadora, es por eso que la llaman Princesa de hielo en la industria de la tecnología. Alex Caseros es decidido, racional, atrevido, tanto, que le promete convertirla en Reina, con un ambicioso proyecto. So...