Parte 10

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—Amiga estoy preocupada por ti.

—Estoy bien, Tamy. —Se sacó el saco para dejarlo sobre el respaldo de su sillón ejecutivo. Tomó un sorbo de café y suspiró. Su secretaria la miraba con el ceño fruncido y una mirada pícara, esperando que hable y le cuente algo interesante. —Sólo me tomé un día de descanso extra. No salí de casa, ya te lo dije. -La verdad era que no podía, ni quería cruzarse con Alex. Sus besos eran devastadores y no podía asumir como era que no lo rechazaba y ni siquiera se enojaba. —¿Almorzamos?

—Yo sabía, tienes algo que contar o preguntar o decir o pedir... ¿podemos, mejor, desayunar? Me muero de la intriga.

—No, no. Tengo que ponerme al día. ¿Llamados?

—Tres, ahí te dejé las notas. Ruiz insiste, no tuvo respuesta tuya, necesita verte.

—Arma una reunión para hoy, temprano y que sea corta, pon algo importante después o interrúmpenos a los treinta minutos o menos. ¿Algo más?

—Dalo por hecho. Alex necesita verte. Y Tomy está, diría, diferente. Esta rosa te la trajo ayer. —Helena sonrió feliz de haber ayudado, mientras miraba el florero de una sola flor en su escritorio. —¿Hablamos en el almuerzo sobre esto también? —asintió y dejó retirar a Tamy. —Ya le aviso a Alex.

Su espalda se irguió, intentando darse ánimo. Pero el miedo de no poder disimular o evitar hablar de lo ocurrido era más fuerte. Evidentemente un día obligándose a mantener la distancia no había sido útil, pero más no eran posibles. Había sido un día que había decidido tomarse después de esa visita especial con final inesperado, aunque hubiese preferido una semana o tal vez más. Pero... debían volver a verse, era obvio, y cuanto antes ocurriese mejor. Menos tiempo tendría para asustarse o pensar, no podía huir por siempre, ni lamentarse de su debilidad eternamente. ¿Desde cuándo se dejaba besar sin permiso?

—Cómo te gusta complicar las cosas, Helena —se dijo en voz alta en el instante que el golpe de la puerta la sobresaltó, pero más la sobresaltó la voz detrás de ella. —Adelante.

—Buenos días, Helena. ¿Ya estás repuesta?

—Sí, gracias por preguntar, Alex.

—Bien, tengo dudas en estos puntos y con Uno y Dos, no podemos resolverlos. —Dejó la carpeta abierta frente a ella. Alex no estaba precisamente de buen humor, no había motivos claros para eso, pero así estaba. Tal vez sería por el rasguño que había conseguido en una de sus motos esa mañana al intentar esquivar a un estúpido conductor ebrio o el insomnio de la noche anterior o, simplemente el hambre por no haber tenido la posibilidad de desayunar tranquilo como le gustaba. No podía definirlo. Pero el mal humor ahí estaba.

—¿Uno y Dos? —preguntó Helena incapaz de comprender a que se refería.

—Los mellizos, así los llamamos —respondió impaciente, refiriéndose a sus empleados.

—No lo sabía, Alex. No creo que sea necesario que me lo digas de ese modo.

—¡Ahora te molestan mis modos! Da igual. Como decía. Esto debe modificarse para...

—Momento. En mi oficina nadie me habla de esa forma, y mucho menos sin motivos.

—No estoy de humor para una de tus rabietas, Helena. Sigamos con esto, por favor. —Intentó mantenerse sentado a pesar de verla a ella levantarse como siempre que enfurecía. Otra vez, ellos en cortocircuito, no había un porqué importante pero otra vez estaban gritándose y descargando furia con sus miradas.

La Princesa de hielo se mostraba en toda su magnificencia, dando sus pasos de rigor y llegando cerca de su víctima para congelarla lo más rápido posible. Apoyó sus manos en el respaldo de la silla de al lado de la de Alex que la miraba dispuesto a defenderse y atacar luego, si era necesario.

Helena. La Princesa de Hielo (Solo 10 capítulos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora