Amaneceres claros en un cielo totalmente gris.
Si tuviera una moneda por cada vez que me haces reír, ¡oh amor mío! Yo sería muy feliz y millonario también.
La película que anunciaban con tanto fervor en los cines locales estaba arrasando con las taquillas, posiblemente años atrás solo el Titanic había llenado de tanta gente las butacas y eso podría ser, en parte, porque en esos tiempos la mayoría no contaba con la tecnología actual como para ver una película de cualquier género, fuera estreno o no, desde la comodidad de la casa. Por eso se veía como todo un éxito que el filme que anunciaban por todas partes mantuviera al cine tan activo desde hacía ya una semana entera.
Cada vez que Oikawa pasaba por ahí no hacía nada más que ver a un montón de gente haciendo enormes filas para comprar un boleto. Ni siquiera sabía de qué trataba la película, pero el título hablaba por sí mismo: Copos de nieve en verano.
Oikawa apostaría toda su billetera –que en esos momentos no estaba tan vacía– a que era del tipo cliché romántico con tragedia y un toque de comedia que al final no daba nada de risa porque terminabas ahogándote en tus propias lágrimas. Y no es que el fuera especialmente un llorón, pero si podía evitar ese tipo de películas, mejor.
Dejó de ver el cine frente a él y suspirò como por quinta vez en la mañana. Últimamente odiaba mucho suspirar porque, por alguna extraña razón, odiaba la sensación de vacío que los suspiros le dejaban. Era como si por cada vez que lo hiciera una parte de su alma se saliera y le hiciera sentirse más ligero.
Miró el reloj de la iglesia frente al parque donde estaba sentado, y notó que ya iba tarde por quince minutos. Si no se apresuraba Iwaizumi se iba a molestar.
Diablos, nunca había sido nada puntual.
Caminó un poco más rápido hasta llegar a la estación donde tomó el metro que lo llevaba directamente hasta el hospital. Se aseguró de traer consigo el nuevo libro que Katzenbach recién había sacado a la venta y los caramelos de menta igual. Tenía todo lo necesario para recompensar a Iwaizumi por llegar tarde.
Dentro del vagón estaba sorpresivamente vacío, y eso era raro porque eran las 6:00pm, la hora justa donde un montón de gente aparecía llenando hasta el tope los vagones.
Oikawa se sentó junto a una anciana y se dispuso a mirar por la ventana el atardecer, gracias al reciente cambio de horario aún estaba de día y el sol no estaba ni cerca de ocultarse. A Oikawa le gustaba el sol únicamente porque a Iwaizumi le encantaba. El moreno siempre aludía de lo mucho que amaba el verano y a los mosquitos molestos que casi siempre se encargaban de dejarle grandes ronchas a Oikawa que después se convertían en plastas feas de las que le salía un montón de sangre.
A Iwaizumi le gustaban cosas raras.
A ojos de Oikawa, Iwaizumi era sumamente raro desde pequeño.Iwaizumi se iba a los campos a juntar bichos mientras Oikawa le regañaba diciéndole que eso era asqueroso, él prefería cazar mariposas que al instante dejaba de nuevo en libertad.
Los bichos eran feos y sucios y vivían entre la tierra, al contrario de las mariposas que volaban por el cielo y tenían colores hermosos.
Antes Oikawa odiaba los bichos pero ahora gracias a Iwaizumi les quería un poquito.
La bocina en el vagón aviso que habían llegado a la estación el hospital y Oikawa se bajó rápidamente, hacia mucho que no corría pero estaba muy emocionado por ir a ver a Iwaizumi así que ignorando el reciente dolor que le había vuelto a la rodilla comenzó a correr. En el camino varias personas voltearon a verle intrigadas. ¿Para qué ese chico lindo corría con tanta prisa?
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Butterfly. | IwaOi.
Fiksi PenggemarPor ahora, aún no puedo volar como tú, pero ten por seguro que algún día mis alas también se alzarán al cielo... Y entonces, juntos volveremos a estar.