Capítulo 8:

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Sábado.

No podía dejar de mirarse en el espejo apreciando lo hermosos que eran los anillos que colgaban de su collar. Oikawa pensaba que obviamente se hubieran visto mejor en sus dedos, pero eso ya estaba en el pasado.

Encuentres a la persona indicada.

¿Eso sería posible? Oikawa no se veía a sí mismo con alguien más que no fuera Iwaizumi. Él siempre había sido toda su vida, y ahora que estaba a punto de irse, esa pregunta le taladraba la cabeza con insistencia. No, posiblemente no sería capaz de enamorarse nunca con la misma intensidad que con Iwaizumi, pero podría suceder que alguien llegara a llamar su atención, aunque no pensaba en ningún momento buscar una pareja para olvidar a Iwaizumi, al que por cierto jamás olvidaría.

Iwa-chan seguía dormido plácidamente en la cama, enredado entre las cobijas. Contrario a los anteriores días, esta vez no se había levantado temprano, y eso lejos de extrañarle a Oikawa, le trajo un buen recuerdo; toda la semana, el primero en levantarse a pesar de que no asistía a la universidad y su trabajo era en la noche, siempre era Iwaizumi. Se levantaba temprano para prepararle el desayuno a Oikawa y despedirse de él. Pero los fines de semana dormía hasta pasado el mediodía para recuperar las energías que había perdido entre semana.

Para ese día ninguno de los dos había planeado hacer algo especial, así que Oikawa por su cuenta había improvisado una visita al santuario para encomendar el alma de Iwaizumi al cielo.

Sonaba extraño y aún no se acostumbraba, a veces también sentía que seguía en un sueño, un dulce y triste sueño.

Iwaizumi despertó casi a las 3 de la tarde y después de renegar un montón quejándose de que no quería salir de casa, Oikawa lo llevó casi a rastras al santuario donde ambos agradecieron por ese día y los venideros.

–Rezo porque alcances el cielo.–masculló Oikawa juntando sus manos con determinación.

–Rezo porque dejes de ser tan idiota. –se mofó Iwaizumi imitando la acción de su novio.

–Que cruel, Iwa-chan.

El moreno sonrió y Oikawa se dejó ganar, cuando veía a su novio sonreír de esa manera tan hermosa le era imposible imponerse en contra de él.

Ambos dieron una última oración antes de alejarse del santuario, y comenzaron a caminar sin rumbo, el tiempo había pasado increíblemente rápido y ya casi eran las 8 de la noche.

–Prácticamente estamos casados. –dijo Oikawa alzando el collar de su cuello para poder ver bien los anillos.

–¿Entiendes que eso significa que te quedarás viudo en poco tiempo?

– A mis 21 años, eso fue rápido.

–No tengo herencia que dejarte, lo siento. –bromeó

–¿Por qué nos lo tomamos tan a la ligera todo esto? Es decir, por Dios, tenemos poco tiempo. –se incluyó en ello Oikawa, deteniéndose antes de bajar la multitud de escalones.

–Supongo que es un regalo del cielo.

–¿Un regalo?

–La resignación, Oikawa. –respondió con obviedad. –Cuando alguien muere, las personas piden por la resignación de los familiares para que su pena pase pronto. Ese es nuestro regalo del cielo; la resignación.

–Estaba pensando en eso también.

–Por favor no llores mucho, sería penoso que fueras un llorón frente a las personas que asistan a mi funeral.

–No me pidas que no llore si será imposible no hacerlo.

–¿Vas a sufrir?

–Supongo que sí.'

Claro que sí.

Iwaizumi tomó la mano de Oikawa y la apretó con fuerza antes de comenzar a bajar los escalones saltando, como si fueran niños pequeños. Ambos rieron y llegaron al final de las escaleras totalmente agitados.

Ya no eran niños y eso se notaba en los años porque antes cuando iban al santuario podían subir y bajar corriendo sin sentirse así de exhaustos.

–Dame un respiro, creo que me estoy oxidando. –Oikawa se tiró al piso de rodillas e Iwaizumi se burló de él.

Butterfly. | IwaOi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora