Capítulo 3:

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Se había quedado con las palabras en la garganta. El doctor miró intrigante a Oikawa, que había llegado hasta a su oficina con intenciones de decirle algo que seguía sin decir.

No estaba listo.

–¿Y bien? –el doctor levantó una ceja expectante, pero Oikawa no contestó.

– Si... si Iwa-chan muere... –Oikawa se detuvo al decir eso. Después de todo, Iwaizumi básicamente ya estaba muerto. –digo, si a él se le desconectara, ¿sus órganos podrán ser donados?

–Interesante pregunta, Tooru. –le sonrió con franqueza. –Y sí, siempre y cuando la familia esté de acuerdo con ello.

Después de una leve charla sobre ese tema Oikawa salió de la oficina del doctor rumbo a su casa. Habían pasado varias noches desde que dormía ahí, siempre buscaba poder dormir en casa de su familia o amigos porque estar ahí le era sumamente difícil. Ni siquiera le había dicho a la madre de Iwaizumi la idea que cruzaba por su cabeza, pero el hecho de poder ayudar a alguien a vivir si estaba en sus manos... No, en manos de Iwaizumi le hacía sentir contento.

¿Qué es lo que quería Iwaizumi?

Al llegar a su casa todo era completo silencio.

Por todas partes habían cosas tiradas que él mismo había acumulado con el pasar del tiempo, no tenía ánimos nunca como para recoger. Arrastró los pies por todo el piso hasta que llegó a su habitación y se tiró bocabajo sobre el colchón, cayendo entre los brazos de Morfeo.

Todo estaba cómodamente en calma hasta que un sonido sordo desde la cocina hizo que Oikawa se levantara.

Estaba seguro que había alguien en la cocina.

Oh. Por. Dios

Nunca le habían robado, y si esa era la primera vez, no estaba para nada listo. Siempre había creído que si le sucedía se defendería, pero Oikawa sentía tanto miedo que sólo atinó a esconderse entre las cobijas.

Nuevamente otro sonido resonó en la cocina y Oikawa quiso gritar.

Tenía que ser valiente.

Miró a su alrededor buscando una arma que le fuera de ayuda para mínimo defenderse si el ladrón lo quería dañar. Una secadora de cabello fue lo único que hallo, pero en ese instante parecía ser el arma más eficaz.

Oikawa se levantó de la cama y con extremo cuidado se dirigió hasta la sala, trataba de no pisar tan fuerte para no alarmar al ladrón. Se escuchó como este abría la puerta del refrigerador y Oikawa se volvió a ahogar un grito, aparte robar cosas de valor también se estaba llevando el poco alimento que tenía en su nevera, era el colmo.

Cuando dio vuelta por fin llegando hasta la cocina, Oikawa se sorprendió enormemente al ver una silueta agachada frente al refrigerador buscando algo ahí dentro.

Rápidamente corrió hacia la persona y le golpeó la espalda con fuerza.

Escuchó como el ladrón se quejaba dando sendos gritos de dolor en el suelo, y el momento fue aprovechado por Oikawa, quien le volvió a propinar otro golpe en el mismo sitio.

–¡Espera! –escuchó que el ladrón protestó, pero Oikawa no esperó; volvió a golpearle aún con más fuerza. –¡Que te esperes idiota!

Conocía esa voz.

El ladrón ejerció su fuerza bruta, y lanzó a Oikawa de sentón al piso, quien al voltear de nuevo hacia arriba para ver al tipo, casi se cae de nuevo, pero del susto.

Butterfly. | IwaOi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora