Capítulo 7:

1.3K 279 166
                                    

Viernes.

Una semana entera sin ir a clases y Oikawa se sentía un poco en el cielo. No había hecho tampoco sus tareas, y su única mortificación era que Iwaizumi llevaba mucho tiempo encerrado en el baño alistándose para esa repentina cita que le había propuesto al castaño.

Irían a estar a la luz de la luna en las afueras de la ciudad, cerca del campo de flores donde las gerberas seguramente ya estarían florecidas.

Cuando Iwaizumi salió del baño, Oikawa quiso lanzársele encima al verle con ese traje negro puesto. Se veía hermoso. Su cabello estaba ligeramente peinado hacia otro lado y llevaba puesta una colonia que olía muy bien.

–¡Pero qué guapo, Iwa-chan! –exclamó Oikawa acercándosele despacito para besarlo.

Iwaizumi apartó a Oikawa dándole un leve empujoncito en el pecho, y éste, aunque se quejó al principio, terminó cediendo. Iwa-chan se veía nervioso.

Siempre que iban al campo, por estar demasiado retirado de cualquier estación, Oikawa tomaba "prestada" la camioneta vieja de su abuelo que estaba estacionada en casa de una de sus tías, por lo que todo se acomodaba perfectamente para llevar a cabo sus planes.

Oikawa manejaba lentamente mientras en la radio sonaba una canción que ninguno de los dos conocía pero era agradable. Jaló la corbata en su cuello y trató de respirar con más tranquilidad, hacía mucho que no usaba un traje y no entendía porque Iwaizumi le había pedido que lo hiciera.

El campo de día era hermoso, pero no le pedía nada a la noche; el cielo estaba completamente despejado de nubes y se podían apreciar con claridad las estrellas.

Iwaizumi se bajó de la camioneta y de inmediato corrió para abrirle la puerta a Oikawa, quien se rió ante ese gesto tan impropio de su pareja.

–Muy amable, Iwa-chan. –dijo él, riendo.

–Cállate y camina.

– Entendido capitán.

Entre bromas tontas por parte de Oikawa, ambos llegaron hasta la roca donde Iwaizumi siempre solía sentarse, pero esta vez ambos optaron por dejarse caer al pasto de espalda contra el suelo para poder admirar el cielo.

Ninguno de los dos dijo nada por un momento porque era uno de esos silencios cómodos que no querían romper con palabras innecesarias, a veces estas salían sobrando y era mejor simplemente disfrutar de la compañía del contrario.

Pero como nada es eterno, Iwaizumi fue quien se encargó de romper el silencio.

–Tenía un plan. –dijo de repente, y Oikawa se iba a girar para mirarlo, pero Iwaizumi le detuvo haciendo que volviera a su posición inicial. –Antes del accidente tenía un plan para ese fin de semana, uno que me tenía muy emocionado y ahora estoy cumpliendo.

– ¿Tu plan era hacer que usáramos trajes para venir a tirarnos en el pasto?

–En realidad era más romántico. Ya sabes, una cena a la luz de la luna, y le pediría a Hanamaki e Issei que tocaran el chelo.

–Seguramente no saben ni tocar un triángulo, igual que tú, Iwa-chan.

–Tal vez. –secundó Iwaizumi entre risas. Y después me iba a arrodillar enfrente de ti y te iba a pedir que te casaras conmigo.

Como en una de esas películas de bajo presupuesto que había visto Oikawa, de pronto, cuando su amado dijo aquellas palabras, todo se detuvo alrededor.

No existían los grillos cantando, ni los mosquitos que comenzaban a colarse por entre los pantaloncillos de Oikawa para chuparle la sangre, tampoco las estrellas ni mucho menos el sonido del aire correr.

No existía nada más que el eco que las palabras de Iwaizumi habían dejado en los oídos de Oikawa.

Iwaizumi se levantó del piso para quedar sentado y tomó una mano de Oikawa, éste mordió sus labios de los nervios esperando que el otro pusiera el bendito anillo en su dedo, pero eso no pasó. Al contrario, recibió un collar.

Un bonito collar plateado que brillaba demasiado, como dije tenía colgando dos anillos idénticos, del mismo color que la cadena.

–Iwa-chan... –susurró Oikawa. No se había dado cuenta que estaba llorando hasta que el otro le limpió las mejillas con el dorso de su mano.

–Te pediría matrimonio, pero creo que ya es muy tarde para eso, así que solamente prométeme que cuando encuentres a la persona indicada usarás el mismo plan cliché que yo tenía planeado contigo.

Iwaizumi rió con ganas, no obstante Oikawa no le halló gracia a aquellas palabras.

–No me pidas eso...

–Te quiero.

No hubo un beso después del tan añorado "acepto" que nunca llegaría. Iwaizumi abrazó a Oikawa y besó su frente con delicadeza.

Ese había sido su plan días antes del accidente, y lo que había planeado para después podía resultar aún mucho más doloroso. Sin embargo, eso Oikawa no lo iba a saber nunca.

Butterfly. | IwaOi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora