Capítulo 9:

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Domingo.

Hajime era muy bueno coleccionando bichos que se encontraba en el parque cerca de su casa, pero nunca los conservaba porque estaba consciente de que éstos merecían su libertad, sus favoritos eran los escarabajos que se veían fuertes y grandes.

Tooru se especializaba más en ver las mariposas volar porque estas eran hermosos y sus alas siempre tenían colores muy bonitos, volaban tan alto que seguramente traspasaban hasta el universo.Aunque a los dos les gustaban cosas diferentes, tenían un gusto en común; a ambos les gustaba el contrario.

No rebasaba ni los 10 años cuando Hajime se dio cuenta de lo bonito que Tooru era, y no era únicamente porque la mayoría de las niñas en su salón lo dijeran, sino porque él mismo lo había notado desde siempre.

–Hajime-chan, yo creo que un día tu podrás volar. –le dijo un día Tooru mientras los dos comían cerezas afuera de la casa de Hajime.

–¿Eh? ¿Por qué?

– Eres como una mariposa.

–¿Cómo?

–Bonito.

Las mejillas de Hajime ardieron y una cereza se le atoró en la garganta, él también creía que Tooru era bonito, pero ni loco pensaba decírselo así con tanta facilidad.

Cuando la madre de Tooru llegó por él, ambos se despidieron con la promesa de que al día siguiente seguirían jugando de nuevo.

Hajime se sentó en la mesa frente a su mamá cuando ella cocinaba la cena.

–Mamá, creo que estoy enamorado. –anunció. Su madre volteó de inmediato a verle.

–¿Y quién es la afortunada?

–Tooru. –dijo el niño apenado.

–Oh, así que el afortunado es él.

–¿Crees que él también me quiera?

–Uhm, no lo sé, ¿él te lo ha dicho? –el aceite en la sartén comenzó a saltar e hizo que la señora Iwaizumi se asustara cuando una chispa cayó en su brazo quemándole, Hajime se rió de su mama y esta le regaño pero el niño no podía dejar de reír.

–Me dijo que yo un día volaría como una mariposa porque yo era bonito como una... –le contó atropelladamente Hajime intentando recordar con claridad las palabras de su amigo.

Como una mariposa.

Si él era una mariposa, entonces Oikawa sería un lindo escarabajo.

∆∆∆

Tanto la señora Iwaizumi como Oikawa estaban sentados en la sala de espera del hospital, pacientemente esperando a que el doctor llegara con la noticia que en el fondo ninguno de los dos quería escuchar.

Esa mañana, después de haber dormido abrazados, Iwaizumi se había ido sin despedirse de Oikawa. El castaño pensaba que tal vez hubiera sido mejor así, porque entonces podría engañar a su mente haciendo creer que en efecto todo había sido un dulce y triste sueño.

Luego de que el doctor saliera y avisara que podían entrar, ambos lo hicieron con nerviosismo.

La habitación lucía exactamente igual, a excepción de que ahora el montón de cables que antes habían estado conectados al cuerpo de Iwaizumi ya no estaban, y su semblante se veía diferente, era como un Iwaizumi diferente.

–Dios, es más difícil de lo que creí. –dijo la señora Iwaizumi acercándose hasta la cama para tomar la mano de Iwaizumi que estaba demasiado fría.

Oikawa no dijo nada, seguía parado en la puerta mordiéndose los labios para no soltarse a llorar. Debía verse fuerte por si la madre de su novio se quebraba, entonces él sería su soporte, tal y como Iwa-chan le había enseñado en el pasado. Cuando eran niños, cuando eran adolescentes, cuando crecieron y se convirtieron juntos en jóvenes casi adultos.

Exactamente igual que cada una de esas veces.

–¿Esto era lo que querías?

La pregunta de la madre de Iwaizumi hizo eco en la habitación, en donde antes lo único que se escuchaba era el pitido que las máquinas hacían.

–Eso era lo que Iwa-chan quería. –reiteró Oikawa con seguridad acercándose hasta la camilla donde el cuerpo vacío de Iwaizumi reposaba, de alguna forma se sentía increíblemente fuerte.

– Te amo, Hajime. –su madre se agachó un poco y besó la mejilla de Iwaizumi, parecía que simplemente dormía.

¿Cómo ese Iwaizumi de ahí estaba vacío? Era curioso cómo podía verlo, tocarlo e incluso conversar con él pero nada más, no recibiría una mirada a cambio, ni tampoco un toque o una palabra porque lo que tenían enfrente era simplemente un cuerpo ya sin Iwaizumi dentro de él.

–Tengo que firmar unos papeles, con permiso. –la señora Iwaizumi limpió su rostro frenéticamente con el suéter que traía consigo, y salió de la habitación antes de que Oikawa pudiera decir nada.

Otra vez en silencio.

Últimamente Oikawa comenzaba a odiar el maldito silencio.

Tocó la mano de Iwaizumi y se sorprendió de lo fría que esta estaba, su cuerpo se sentía raro también, no soportó mucho el tacto cuando decidió que lo mejor sería simplemente dedicarse a observarle.

Como una mariposa alzando el vuelo.

¿Habría llegado ya Iwaizumi al cielo? ¿O habría ido más lejos hasta el universo?

Oikawa suspiró y apretó entre sus manos el par de anillos que colgaban en su cuello.

Estaba triste, sí. Tenía ganas de llorar, también Pero raramente estaba feliz. Tal vez era verdad y el regalo del cielo para Oikawa era la resignación, ojalá su madre la pudiera tener también.

– Siempre aquí, Iwa-chan. –dijo Oikawa, y salió de la habitación.

La tranquilidad que sentía al saber que había hecho justamente lo que Iwaizumi quería era mejor que cualquier cosa en el mundo, y pese a que le costaría desacostumbrarse a las visitas por la tarde, y aunque fuera difícil saber que ya jamás podría hablar con él obteniendo una respuesta o una hermosa sonrisa, de lo único que se arrepentiría en un futuro sería de nunca haberle terminado de leer ese nuevo libro de Katzenbach; sin embargo luego Oikawa se encargaría de leerlo por los dos.

Porque Iwaizumi ya era una hermosa mariposa que emprendía el vuelo hacia el cielo, mientras que Oikawa se mantendría en la tierra como un lindo escarabajo.

Desde un principio estuvo destinado a ser así. 

Butterfly. | IwaOi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora