Capítulo 2:

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Labios sabor a menta.

La primera vez que te besé

tenías el ceño fruncido y los brazos cruzados,

evidentemente estabas enojado,

pero lo ignoré porque me gustabas así.

Cuando me acerque a ti,

me dijiste que no te tocara,

pero no te hice caso porque...

nunca lo hice, ¿verdad?

Tomé tus mejillas entre mis manos

y me miraste fijamente.

Te besé.

Perdón.

No, no pedí perdón.

Te bese y tú me besaste.

Me abrazaste y te escuché reír.

Tus labios saben a menta. –dijiste.

–Ahora los tuyos también. –respondí.

Oikawa sintió como alguien le movía el brazo de un lado al otro, y de un tirón se levantó de lo que había creído era su cama. Tardó unos segundos en volver a la realidad de su reciente sueño. No estaba en su cama, estaba en la habitación de Iwaizumi recargado en su camilla.

Una enfermera, que al parecer era nueva, le miraba con pena como disculpándose por haberle despertado tan de pronto.

– Lo siento pero íbamos a cambiar las sábanas y...

–Oh sí, entiendo. No se preocupe. –interrumpió Oikawa con la voz adormilada. –Gracias.

Con pesadez se levantó de la silla donde estaba sentado y tallo sus ojos con pereza. Había dormido tan cómodo que despertarse así tan de pronto era realmente algo cruel, además de que el sueño que había tenido le había dejado la imaginación en las nubes.

– Adiós, Iwa-chan... –se despidió Oikawa acercándose al rostro de Iwaizumi, sólo pudo darle un beso en la mejilla antes de que la enfermera le llamara la atención por eso. Sabía que eran algo estrictos en cuanto al cuidado de los pacientes.

Se había ido cambiado y con la mochila para irse de del hospital a la universidad. Los primeros días, asistir a ésta sin Iwaizumi resultó ser una de las cosas más terribles por las que el castaño tuvo que pasar, pero después de un tiempo se había acostumbrado. Y no porque quisiera sino porque era necesario.

Oikawa estudiaba contabilidad en ciudad universitaria, era una buena carrera y tenía mucha demanda estudiantil, aunque él realmente creía que no era lo suyo. A él le gustaba la fotografía, pero claramente sus padres no habían apoyado la idea de que su hijo se dedicara a tomar fotografías solamente, pensaban que debía tener un trabajo sólido para tener así una buena vida. Aunque Oikawa no veía cómo el tener buenos estudios te daba buena vida si la suya estaba tan arruinada.

–Hey, Oikawa. –Hanamaki corrió hasta su dirección en cuanto lo vio llegar a la facultad. –¿Cómo está Iwaizumi?

–Uh bien. –mintió, aunque no sabía si era del todo una mentira, al menos se veía bien a simple vista.

–Hoy posiblemente Issei y yo vayamos a visitarlo.

–Eso estaría bien.

–¿Y tú?

–Yo siempre voy, si quieren nos vamos junt...

–No. –le interrumpió Hanamaki con seriedad, no le gustaba cuando su amigo jugaba a hacerle al tonto. –¿Tú cómo estás?

–Oh. –Oikawa se quedó unos segundos en silencio y luego sonrió sin muchas ganas. –Estoy bien, un poco cansado y me duele la rodilla, pero bien.

Hanamaki quiso agregar algo más a la conversación, no obstante Oikawa no lo dejó, le dijo que si no se daba prisa iba a llegar tarde a su primera clase.

Oikawa camino por los pasillos de la universidad como siempre, saludaba a cada persona que conocía y se le cruzaba en el camino. No quería que pensaran que iba a dejar de ser el mismo Oikawa que habían conocido antes del accidente de Iwaizumi. Debía ser fuerte porque estaba seguro de que si no lo era, Iwa-chan se encargaría de golpearle por idiota.

–Creo que reprobaré todas las materias. –dijo Issei con fastidio.

–Deberías estudiar más. –opinó Oikawa.

–Yo creo que esta vez sí conseguiré la beca.

–Eso suena bien.

Los tres, Oikawa, Issei y Hanamaki iban rumbo al hospital ver a Iwaizumi. Tanto Hanamaki como Issei tenían mucho tiempo sin verle porque a veces, aunque pusieran de pretexto el tiempo, simplemente no eran tan fuertes como Oikawa para ver a su amigo en esas condiciones, ambos admiraban mucho al castaño que parecía no haber cambiado en nada desde el accidente de Iwaizumi.

Al llegar al hospital, Oikawa dejó que los otros dos se adelantaran a la habitación de su novio, y éste se puso a vagar por ahí sin mucho interés en nada... Y de pronto algo llamó su atención; varias habitaciones después de la de Iwaizumi había un grupo de personas con clara tristeza tatuada en sus rostros.

–Es triste, ¿verdad? –Mel-chan acababa de llegar a un lado de Oikawa y al verle tan interesado decidió hablarle un poco de la situación de aquellas personas.

–Sí, supongo que debe ser algo fatal... –musitó Oikawa, y de verdad lo sabía porque él ya lo había vivido.

–Un corazón, un mísero corazón y el chico vivirá.

–¿Ah? –balbuceó el joven sin entender del todo las palabras de la mujer.

–Al parecer el suyo falló y de pronto se detuvo. Me tocó cuidar su habitación, así que estoy al tanto de todo.

–¿Es un chico?

–Só, su nombre es Bokuto. ¡Es de la edad de Iwaizumi y tú! Y según tengo entendido, el chiquillo era un gran deportista, eso lo hace aún más lamentable.

–¿No hay corazones disponibles?

Mel-chan soltó una pequeña carcajada y miró con incredulidad a Oikawa.

–Es una lástima, pero no. Uno no consigue un trasplante tan fácilmente, y menos si se trata de un corazón.

Oikawa apretó una de sus manos y algo hizo click en su cabeza. Sigilosamente caminó entre el pasillo hasta llegar al lugar en donde, los que supuso eran familiares del chico, estaban reunidos esperando noticias probablemente del estado del joven.

Bokuto.

Todos se veían destruidos, y contrarios a la familia de Iwaizumi cuando les habían dado la noticia de que este sería inducido al coma, ninguno de ellos tenía esperanza coloreada en la cara. Oikawa tuvo ganas de tomar un pincel y colorearla. Si ellos no tenían esperanza, entonces ese chico llamado Bokuto no sentiría sus buenos pensamientos y...

Un corazón.

Sólo necesitaba un maldito corazón.

Uno.

Un maldito corazón que Oikawa sentía tenía en su poder.

Dos.

Un maldito corazón que Iwaizumi seguramente ya no volvería a usar nunca más.

Tres.

Voy a arruinar mi traje favorito aunque no esté soleado y no use trajes.

Oikawa pasó una mano por entre su cabello y tiró con fuerza uno de sus mechones.

Vio los listones que tenía amarrados en su muñeca derecha y sonrió con tristeza.

Rojo, azul y blanco.

Los colores favoritos de Iwaizumi.

¿Iwaizumi regalaría algo que él ya no podrá usar?

Butterfly. | IwaOi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora