Capitulo 3.

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Jamás pensé que sería Raffe quién diga primero aquellas palabras. Su orgullo, en ocaciones, opacaban su encanto, y aunque no creí volver a admitir esto, me gustaba y mucho. Ahora que era el único de su especie en la tierra se mostraba tal cual era: No un ángel guerrero, sino un chico común que se da el privilegio y el placer de descubrir por primera vez las emociones humanas sin preocuparse por lo que pasará. Y lo tenía conmigo. Sólo para mi. Y era egoísta en ese sentido.

Posó su mano sobre la mía y me recordó dónde estaba. Lo mire fijamente y observé como poco a poco en su rostro se dibujaba una sonrisa relajada. Podría acostumbrarme a esto.

-Yo a ti -entrelacé mis dedos con los suyos y lo atraje mas cerca de mi.

-Siento que esta no sea el momento ni la cita más romántica para decirlo.

-Es lo más romántico que tuve hasta ahora.

-Raffe 1, humanos 0. Me sigo sorprendiendo a mi mismo con mis capacidades.

-Y ahí vamos de nuevo... -dije poniendo los ojos en blanco por su broma.

-¿¡Qué!? -se quejó.

-Realmente creo que tu nombre debería ser Narciso.

-Narciso no, bebé, yo soy Raffe. Mucho mejor.

-¿Quieres que te deje a solas con un espejo? -sonreí.

-No, quiero que me dejen a solas contigo.

Mi estomago se llenó de mariposas y mi rostro se acaloró.- ¿Estas seguro de eso?

-Siempre tomo mis decisiones a conciencia -afirmó.

-Eso espero. Sería horrible que te arrepientas más tarde.

-¿Más tarde? -preguntó.

-Más tarde -repetí, ansiosa de estar solo con él. Porque así lo quería y lo sentía. Quería entregarle todo de mi. Estar para siempre con él. Despertarme cada mañana y ver su rostro. Que sea el motivo de la mayoría de mis sonrisas. Que seque mis lagrimas. Ser la dueña de sus labios, de sus brazos y su corazón. Y yo le entregaría todo de mi. Porque me aceptó aún si eso implicaba renunciar a sus alas y aceptar la inusual de mi familia

De eso se trataba. Por eso lo elegí y por eso sentía un zoológico en mi estomago cada vez que estábamos juntos.

El mundo había retrocedido años en cuanto a comunicarnos se refería. Entre estados comenzábamos a enviarnos cartas con un mensajero que se había ofrecido a llevarlas, hace poco menos de una semana un pescador encontró en las costas una botella con una carta que databa de hacía diez días y llegaba de Sídney. La persona que la envió tenía mucha suerte de que la marea haya sido favorable.

En la carta un hombre llamado Bugs explicaba que la situación era igual en varios países del mundo, casi el 78% del territorio mundial había sido destruido por los ángeles. La situación en Australia no estaba tan complicada como aquí. Dejaba claro que dentro de pocos días las fuerzas armadas integradas por la milicia de países Asiáticos y Europeos enviarían aviones a los países más afectados para abastecernos de provisiones. Para que supieran que necesitábamos de su ayuda debíamos crear una señal de S.O.S gigante con escombros y piedras para que desde el cielo pudieran encontrarnos.

Fue una buena causa para juntar a los hombres de Obi nuevamente. Los hermanos Dee-Dum reclutaron a los hombres más fuertes sólo como a ellos se les pudo ocurrir: un concurso de fuerza. Colocaron una gran viga con restos de cemento en un escenario improvisado sobre la carretera, aquel que pudiera levantarla por lo menos un metro del suelo seria el privilegiado de ayudar y recibir el reconocimiento de la población.

El concurso tuvo su propaganda, casi tan ruidosa como la muestra de talento la noche que peleamos con los ángeles. Habían bíceps y tríceps de todos los tamaños, en algún lugar de la fila encontrabas a hombres menudos que sólo se presentaban para divertirse.

-¿No te presentarás? -me dirigí hacia Raffe, mientras caminábamos por la vereda del frente.

-Prefiero mantenerme alejado de la comunidad. Por lo menos por ahora, están algo sensibles por el asunto de... bueno ya sabes, las alas.

La caminata duró casi una hora. Vimos como la gente renacía de los escombros. Como cada familia se las apañaba para salir adelante, ser fuertes y tener esperanza eran el motor de cada uno.

Al final de la tarde los hermanos Dee-Dum había reclutado entre doscientos y trescientos hombres, más los soldados de Obi para armar la señal S.O.S, que prometían tener para mañana a la tarde.

Raffe me dirigió hasta un edificio en ruinas.

-¿Qué es esto? -pregunté.

-Creo que un edificio -se mofó.

-Chistoso...

-Tú sólo ven -dijo, tirando de mi brazo en dirección a las escaleras.

Cuando llegamos al cuarto piso cubrió mis ojos con sus manos y me guió. Derecha, izquierda, derecha, derecha.

-Um, ¿Raffe?

-Sh -me silenció.

Me reí de su comportamiento. Cuando retiró sus manos de mis ojos, la vista me reveló una habitación decorada con muebles bajo tela blanca, en el centro de la misma se ubicaba una mesa con velas y platos. Me giré hacia Raffe y lo miré directo a los ojos.

Se encogió de hombros y se excusó.- Una cena romántica en una ciudad post-apocalíptica, lo normal.

No sé de dónde Raffe sacó sus dotes culinarios pero el risotto que preparó estaba exquisito.

-¿Y esto por qué? -demandé curiosa.

-Dije que quería estar un momento a solas contigo.

Me sonrojé con su respuesta. -Estuvo increíble.

Extendió su mano en mi dirección y agregó:- Debes ver esto.

Tomados de la mano fuimos hasta una puerta ventana ubicada en un extremo de la habitación, la cual nos dirigió a un gran balcón.

El cielo estaba despejado, la luna y las estrellas iluminaban las calles y eran testigo de algunas risas que se lograban oír de vez en cuando.

-Wow -fue lo único que logré articular.

-Lo sé, es maravilloso.

Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora