Epílogo.

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Han pasado ya ocho años de que llegamos a la Nación Unificada para poder comenzar de nuevo. Todo ha marchado a la perfección, Raffe ha entrado a trabajar en las fuerzas armadas mientras que Krum y yo dábamos clases de defensa personal para los más chicos. Obligadamente todos los habitantes debimos aprender por lo menos dos idiomas además del que ya hablábamos, ahora Raffe y yo entendemos y hablamos a la perfección el ingles, español y el ruso.

Dee y Dum se unieron a las tropas de desarrollo de inteligencia de combate, un área que se dedicaba específicamente a enseñarles a los integrantes de las fuerzas a cómo utilizar su máxima coherencia e inteligencia en casos de supervivencia; además estaban intentando iniciar un reality show para dentro de pocos meses. Al parecer la productora televisiva le había dado el visto bueno.

Paige estaba terminando sus estudios secundarios para luego comenzar a estudiar medicina. Ella había sido aceptada de lo más natural cuando nos instalamos. Mamá estaba bajo tratamiento psiquiátrico, pero dentro de todo estaba bien.

Vivimos en una hermosa casa estilo colonial moderno con vista al mar, los grandes ventanales eran bien aprovechados cuando había sol para iluminar las habitaciones. Ahora teníamos un perro con el cual pasar el rato y jugar.

Oí llegar a Raffe del trabajo.

-Hola cariño, ¿cómo ha ido tu día?

Me miró con aquellos hermosos ojos enamorados, sin perder la admiración con la que me observaba día a día y dando un paso hacía mi me besó con pasión.

-Ahora que te veo, mejor-dijo sonriendo-, ¿Tu?

- Mmm, bien. Un poco cansada, ya sabes...

-Claro, tus ojeras lo dicen todo. Mañana tengo una reunión con Joerk, después del almuerzo.

-¿Comerás con nosotras?

-Claro que si. ¿Has visto a Paige? -preguntó mirando por la ventana hacia el patio.

-No la encontrarás con Dala-dije mirando a la perra que descansaba bajo la cálida luz del sol- . Está con Eric.

-¿Eric?

Raffe había afianzado la relación con Paige después de mudarnos aquí. Pasaron mucho tiempo juntos, era él quien la apañaba cuando yo me ponía algo ruda. Comenzó a celar a todos sus amigos después de que ella cumplió los quince, cuando notó que ya se estaba convirtiendo en una mujer muy independiente.

-Si, Eric. Su amigo. Deja de celarla, ni a mi me celas así.

-¿Estas celosa?-aquella sonrisa pícara me hacía estremecer todo el cuerpo.

Lo abracé por la cintura y me quedé refugiada en su brazos por un buen rato. Eso era lo que más necesitaba en un día agotador.

Depositando un beso en mi coronilla dijo:

-Vete a dormir, estas muy cansada y así no puedo disfrutarte tanto como quiero mi amor.

Inútilmente intente no sonreír. Justo cuando estaba por acostarme oí el llanto de Samira. La alcé en mis brazos y me recosté con ella encima.

Fue todo un acontecimiento cuando supimos que estábamos esperando un bebé. Estábamos más que felices que después de tanto buscar finalmente haya podido quedar embarazada. Pero a la vez temíamos que el fruto de nuestro amor por desgracia del destino sea un nefilim. Pero eso no sucedió.

Samira llevaba un año con nosotros y había nacido en perfectas condiciones. Tenía las hermosas facciones de Raffes y unos hermosos ojos amatista, sus labios carnosos y rosas delataban toda su inocencia.

Cada día que pasaba más nos enamoramos junto a su padre. Ella representa cuánto nos amamos y cuánto luchamos por llegar hasta aquí.

Paige la adoraba. Estaba pendiente de ella casi todo el tiempo y me ayudaba cuando Raffe no estaba. Cuando mamá la conoció se emocionó tanto que aquella lucidez le duró casi una semana entera.

-Bebé, debes darle un respiro a mami-susurré meciéndola.

Sentí el peso de Raffe a mi lado, tomó a nuestra hija, pasó un brazo bajo mi cabeza y la colocó entre nosotros.

-¡No es justo! Llegas tu y se tranquiliza en cuestión de segundos.

-No soy yo, Penryn, somos nosotros -afirmó.

-Te amamos-dije llevando su mano libre a mi vientre.

Me miró con los ojos inundados en lágrimas.

-¿Es en serio? -asentí con una sonrisa de oreja a oreja.

Pensaba que se iba a espantar. Ahora no sólo era estar pendiente de Samira sino de otro bebé más. Pero con amor lo lograríamos.

-Penryn, me haces el hombre más feliz del mundo. Te amo, te amo, te amo. Nunca dejes de sorprenderme.

Apoyó su frente con la mía dándome un tierno beso en los labios. Lo amaba tanto que quería verlo así de feliz cada día de su vida.

-Creí que te enfadarías-dije por lo bajo acariciando su mano que aún descansaba en mi panza.

-¿Cómo iba a enojarme? Esto me pone feliz. Eso si... después de este pequeño esperaremos más de un año para traer una nueva vida al mundo.

Sonreí captando su broma.

-Creo que con dos está la cuota cumplida, ¿no crees?

-Por supuesto que si. No creo soportar una tercera vez no tenerte para mi solo por las noches.

-Egoísta -le sonreí.

-Me amas de todas formas.

-Presumido.

-Te casaste conmigo.

-Narciso.

-Insisto en que me amas a pesar de todo eso.

-Y mucho más de lo que crees. Sino, mira lo que tenemos en nuestros brazos.

Ambos dirigimos la mirada a nuestra hija y muy despacio nos acurrucamos para dormir.

-¿Penryn?-susurró después de unos segundos.

-Dime.

-Sabes que te amo, ¿no?

-Me lo repites mil veces al día, cariño.

-Sólo me aseguro de que no se te olvide cuánto te amo y que eres mía.

-Gracias. Yo te amo a tí.

-¿Cuánto?

-Tanto como par ir al infierno y volver.-Dije recordando aquella vez.

-Gracias, mi amor.

Así fueron todas las noches de nuestra vida. Nos repetíamos el uno al otro cuanto nos amábamos. Y cada ve que discutíamos, recordábamos juntos todos los hermosos momentos que pasamos juntos, o mirábamos a nuestros hijos que eran la prueba material de todo y cuanto uno esta dispuesto a hacer por el otro.

No pretendi jamás que mi vida fuera un cuento de hadas, pero sin desearlo fue mucho mejor que eso. Mi vida, fue un cuento de ángeles, y eso fue incluso más de lo que me hubiera imaginado.

Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora