Capítulo 11.

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Me senté a la orilla del mar contemplando el anochecer. Se sentía el viento costero, pero lo ignoré. Oí pasos y volteé esperando que no sea Raffe.

Paige se acercaba sosteniendo una manta. Se sentó a mi lado y nos cubrió con ella.

-Es hermoso, ¿no? -murmuré más para mí que para ella. Los colores del cielo le daban al paisaje un tono onírico. Los violetas, rosas y azules se mezclaban con el negro del horizonte.

-Ryn-Ryn, ¿todo está bien?

-Si cariño, todo está en orden-no entendía si trataba de tranquilizar a Paige o a mí.

Y es que a pesar de todo, yo también necesitaba que alguien me dijera que todo estaba bien, pero no podía contar ni con mi madre para eso, y en este momento lo último que esperaba era que Paige me calmara.

Nos quedamos en silencio recibiendo el sonido del romper de las olas. Extendí la manta en el suelo y nos recostamos mirando cómo poco a poco las nubes desaparecían y el cielo oscurecía para darnos la vista más hermosa que de él se puede obtener. Paige levantó su dedo al cielo y comenzó a unir las estrellas formando dibujos, luego de un rato se cansó y comenzó a contar.

-Uno, dos, tres, cuatro... ¿crees que algún día podré contar todas ellas?

Sonreí vagamente.

-Cuando viajes al espacio lo harás, de eso no me queda duda. Eres una niña tan curiosa y caprichosa que lo que te propongas lo lograrás.

-Eres pésima, ¿no sabes que hay infinitas estrellas? Nunca las contaré -dijo mofándose.

-¿Ponías a prueba mi inteligencia Paige Young? Que mala hermana eres.

-Quería ver -sonrió-. ¿Cuánto falta Ryn-Ryn?

-¿Para qué Paige?

-Para que todo vuelva a la normalidad.

-Estamos en eso, cariño. Costará un poco pero podremos volver a lo de antes, ya verás. -Asintiendo se paró.

-Voy con mamá, hace frío aquí.

Me quedé imaginando los diferentes escenarios que podrían darse hasta que volvamos a ser un mundo normal, las diversas cosas que podían suceder al marcharnos a la nueva Nación Unificada. No era fácil para uno dejar sus tierras, y aunque la mía estaba bastante destruida, seguía siendo mi hogar. Aún cuando caminaba cerca del parque de diversiones recordaba a papá y mamá juntos, enamorados con una yo de cinco años. Eso me hacía sentir bien y lo disfrutaba, no imaginaba cómo sería en otro lugar mezclada con gente que habla otros idiomas.

Alcé la mirada y al ver una estrella fugaz recordé el cuento que mamá me leía cuando era una niña: Hablaba de dos grandes astros que una vez habitaron solos en el universo, la Luna y el Sol. Pasaron millones de años juntos hasta que comenzaron a aparecer los planetas, cada planeta tenía cierta compatibilidad con cada uno de ellos dos. La luna al ser compatible con la mayoría de ellos, tuvo que dividirse y marchar dejando al sol en una soledad inmensa, hasta que se le ocurrió que cada noche que la luna se dejase ver, él le mandaría su amor y anhelo en forma de estrellas fugaces. Así que cada vez que veía una pensaba en lo valiente que era el sol y lo afortunada que era la luna.

Estaba en uno de mis momentos más relajantes. No distinguía si dormía o no. Muy a lo lejos ví a una personita, del tamaño de mi dedo meñique, sentarse a la orilla del mar y contemplar. Me pregunté si aquella persona también se encontraba molesta o si solo fue allí a despejar su mente un rato. Desde aquí parecía estar meditando.

Mis ojos se abrieron de golpe cuando escuché que alguien llamaba desde la casa, era Raffe

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Mis ojos se abrieron de golpe cuando escuché que alguien llamaba desde la casa, era Raffe. No iba a correr hacia él. Tampoco iba a discutir cerca de Paige después de haberle dicho que todo estaba bien. En un suspiro se encontraba sentado a mi lado.

-Hola -besó mi hombro derecho y se quedó contemplando mi rostro mientras yo miraba el mar-. Te busqué en el galpón cuando...

-Estaba en el gimnasio.

-Ohh, ya. ¿Sucede algo?

No iba a hacer el papel de novia histérica. Saqué el pergamino del bolsillo de mis vaqueros y se lo entregué sin dirigirle la mirada. Se quedó inmóvil sosteniendo el papel en el aire y mirándome.

-Penryn...

-No, escúchame. Si andarás con tanto misterio encima y luego yo tendré que enterarme las cosas así, prefiero que seas directo y cruel que luego estar como una idiota pensando el "por qué" de todo lo que se relaciona contigo.

-Y por eso déjame explicar -no soportaba estar hablando de esto. Si lo miraba, me quebraría-. Ellos solo quieren saber cómo estoy.

-¡Oh, sí! Les importas tanto que cuando vieron la oportunidad te arrancaron tus alas para intercambiarlas con las de Beliel.

-Todo ha cambiado, Penryn. No seas tan dura, estaban actuando bajo lo desconocido, ellos solo hacían lo que les ordenaban.

-Bien por tu mundo, dile a la perra de Laylah que te siga informando cuán cambiado está -furiosa me enfrenté a él-. A lo mejor así organizan para quedar y reencontrarse.

-Lo que ella dic... ¿son celos eso que percibo?-preguntó con su maldita sonrisa petulante.

-No sonrías Raffe, no bromeo -lo empujé para dar énfasis a mi enojo y para descargarme.

Nos quedamos en silencio hasta que volvió a interrumpir.

-¿Sabes con qué escriben esto?

-¿Qué?-era una pregunta muy tonta-. Con plumas obviamente-Raffe asintió con la mirada entristecida-. Lo que no me explico es cómo es que tienen plumas allí.

-No, Penryn. No bolígrafos, sino que utilizan plumas-me quedé observándolo-. ¡Plumas! Se las arrancan a los ángeles condenados al destierro y utilizan su sangre como tinta. Ese es su castigo para nosotros, los caídos.

Me quedé estupefacta al oír sus palabras. Ahora comprendía que el color rojizo era sangre seca.

-Laylah escribió con sangre-confirmé-. Y tú esperas que me quede tranquila sabiendo eso, sumado a que te contactas con ella...

-Es mi única opción. Solo ella puede ayudarme.

-Solo. ella. puede. ayudarte. -Repetí una a una sus palabras-. Comprendo, ¿y en qué te ayudará? ¿A encontrar un cuarto para los dos? ¿Te enseñará a desvestirla?

Liberó una carcajada.

-Oye, no sé si leíste bien esto, pero el pergamino viene tanto por parte de Laylah como de Josiah. A menos que quieras que los desvista a los dos, no veo el sentido de tus celos.

-Eres un idiota-dije encolerizada-. Ah, y te aclaro que si vas a irte que sea ahora mismo.

-¿Irme?

-Si. Porque Laylah, ¡ESPERA VERTE PRONTO! -quería reirme de mi y llorar por la situación. Quién iba a pensar que yo, Penryn Young, iba a estar celosa y excusando mis celos con sus actos.

Esto se sentía asqueroso. Una montaña rusa de emociones andaba por todo mi sistema.

-Penryn, te amo a ti. Mi cuerpo y alma pertenecen solo a una persona y eso nunca va a cambiar.

-Ohhh, pero qué romántico Rafael-dijo una dulce y venenosa voz angelical-. Aunque me guste tu idea, pequeña hija del hombre, déjame decirte que ya he disfrutado de tu ángel caído quitándome la ropa.

-No seas tan grosera-agregó una voz masculina.

Reconocería esas voces aún muerta.

-¡Laylah, Josiah!-dijo Raffe volando hacia algún lugar detrás mio-. No los esperaba tan pronto.

Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora