Capítulo 16.

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¿Por qué lo hizo? ¿Por qué me mintió? ¿Por qué Josiah no me avisó? ¿Laylah no sabía nada de esto? ¿Iba a dejar que me suicidara sabiendo que Raffe se convertiría en humano?

Raffe... Mi ángel. Amor mío, ¿qué hiciste?

El doctor Frederik vendó la pequeña herida en mi bíceps mientras Josiah le explicaba al Dr. Frederik y a Laylah lo que había ocurrido y que Raffe ahora era humano.

-¿Él era inmortal?-preguntó desconcertado el doctor.

Por supuesto que todo esto iba en contra de la lógica científica que el entendía. Pero no debía sorprenderle después de saber que los ángeles existían. El doctor e marchó dejándonos a los tres en la sala de espera. Dejé caer todo el peso de mis decisiones y mi tristeza sobre mis hombros. Josiah se notaba un poco nervioso. En cuanto a su compañera... era difícil de explicar estaba entre alterada y enojada y a la vez triste.

-¿¡En qué rayos pensabas!?-Dejó salir por fin-. ¿¡A qué demonios jugaban ustedes dos!? Tendrían que haber consultado. ¿A caso la decisión de ella no vale? -preguntó señalándome-. ¿Que yo sea informada de la situación tampoco vale? ¡Mírame a los ojos Josiah! ¡La estaba por ayudar a ir ante el consejo!

-Yo... Lo entiendo Laylah, lo siento, pero ambas sabían que esto podía suceder. ¡Hasta Raffe era consciente! Le pregunte varias veces si estaba seguro.

-La sangre-murmuró Laylah-. ¿Cómo la consiguieron si ella no sabía?

Entonces recordé la mañana que Raffe me avisó que se marcharía. Fue minutos después de que me sacaran sangre que ellos aparecieran.

-El banco de sangre-respondí.

-¿Robaron sangre? -Josiah asintió levemente-. Te juzgarán, ¿lo sabes? Has robado.

-¡Fue Raffe! -se excusó.

-Fuiste su cómplice.

Un médico con una carpeta se acercó a nosotros, evitando que Josiah responda. Ni me inmuté me quedé encorvada en una silla, dejando que mis ojos drenen la cantidad de lágrimas que mi cuerpo soporte.

-Buenas noches-se anunció-. Soy el doctor Sarob. Bien, el señor Rafael se encontrará internado hasta nuevo aviso, sus heridas son profundas así que tendremos que hacerle como mínimo dos transfusiones más, ¿alguno ha dejado su sangre en el banco?

-Yo-murmuré de una manera casi inaudible entre sollozos.

-¿Sabes si tienen el mismo tipo de san...

-Sí.-Respondió Laylah, tajante.

-Perfecto, ahora comunicaré eso a los médicos. Como decía, siempre que esas dos transfusiones sean suficientes para lograr que el cuerpo comience a generar el crecimiento de capilares y tejidos para que pueda cicatrizar rápidamente y que la sangre tenga una buena coagulación. Déjenme advertirles que es un proceso delicado, ustedes deben mantener la calma y ser pacientes ya que puede interrumpirse o, incluso, fallar y lograr que se generen problemas de cicatrización tardía, lo que desembocaría en una infección grave y demás. Siempre que ustedes nos escuchen todo saldrá bien.

-¿Cómo está él?-pregunté por lo bajo.

-Mejorará. Ahora se encuentra sedado, apenas se despierte les comunicaré para que uno pueda entrar.

Se marchó dejando a dos ángeles con preocupaciones marcadas en el rostro.

Me recosté entre dos sillas dispuesta a esperar el tiempo que sea necesario para poder estar con Raffe, calmarlo y decirle cuánto lo amo. No había tiempo para enfadarme ahora, eso sería en otro momento.

-Debemos irnos-informó Josiah.

Asentí sorbiendo los mocos.

-Les avisaré apenas despierte. Pueden quedarse en la casa y descansar o recargar energías o lo que ustedes hagan.

-No Penryn. Nos marchamos. Ya cumplimos nuestra misión, ahora debemos volver a nuestro hogar. -Sequé mis lágrimas para ver mejor a Laylah-. Rafael ahora es humano. Ya no tiene nada más con nosotros sino solo un pasado que nos vincula. Pero ya no podremos volver a verlo nunca más. Ahora es tu centro de gravedad. Cuídalo.

Se marcharon sin agregar nada más. Millones de preguntas se amontonaban en mi boca. ¿Renunció a su familia por mi? Ya no podrá hablar con su raza. Laylah se marcha sin despedirse de él. Y con Josiah seguramente la última vez que se vieron fue antes de que le arrancaran sus alas. ¿Por qué fui tan tonta en no darme cuenta de que lo haría? Gran parte de mi quería creer que no lo iba a hacer, que buscaría otra forma. Pero no.

Un dolor agudo se depositó en mi pecho. Sentí una pelota de plomo en mi garganta y ya comenzaba a dolerme la cabeza de tanto llorar. En algún momento de la noche me dormí. Tenía sueño intermitente porque cada quince o veinte minutos me despertaba de golpe. Era la única en la sala de espera. Pasé seis horas de la madrugada durmiendo y despertado constantemente.

El reloj ya marcaba las 7 a.m. y aún seguía sin saber de Raffe. Por el rabillo del ojo vi a Dee-Dum y Krum acercarse con cuatro humeantes tazas de café. Mientras Dum recorría el pasillo, Dee y Krum se sentaron a cada lado mio y me estrecharon en un fuerte abrazo.

-Se pondrá mejor-susurró Krum.

-Él es fuerte, lo sabes-añadió Dee.

Nos quedamos allí una hora más hablado sobre el plan de marcharnos a Europa. Despejando un poco la cabeza. Hasta que el doctor Frederik se acercó.

-¿Cómo está tu herida?

-Bien, ya la había olvidado.

-Sarob me pidió que te avise que Rafael pregunta por tí.

Me levante de un salto y seguí al Dr. Frederik por los pasillos hasta una puerta color verde musgo. Con una señal ingresé a la habitación. EL cuarto era pequeño, tenía una sola ventana cerrada por la cual atravesaba la luz de la fresca mañana. En el centro se disponía una de las camillas que trajimos con los equipos de búsqueda. Allí descansaba boca abajo Raffe. Dejaba ver una gran venda blanca, con dos manchas húmedas de sangre, que cubría casi toda su espalda. Tenía una aguja intravenosa por la que supuse que era por donde le suministraban los calmantes y sedantes.

Corrí a una silla que estaba a su lado y me coloqué a la altura de su rostro. Creí que podría soportarlo pero fue más fuerte que yo. Rompí en llanto apenas le vi el rostro surcado por dos grandes ojeras oscuras. Ya era humano. El resto de nuestras vidas juntos.

-Shh... no lo hagas-susurró muy bajo.

Acuné una de sus mejillas mientras que con la otra mano me acercaba una de las suyas para depositar un beso.

-Raffe -dije con una pequeña sonrisa-. Creí lo peor.

-Shh, lo sé.

Con un movimiento de sus dedos me ordenó acercarme hacia su rostro. Sus suaves labios acariciaron la punta de mi nariz. Apoyé mi frente contra la suya y allí nos quedamos sin decir nada más, hasta que sus susurros interrumpieron.

-Estoy aquí... contigo. Para siempre.

-Para siempre -repetí.




Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora