Capítulo 4: Tal vez todo es un sueño

43 8 2
                                    

Tomamos nuestras bicicletas y retornamos al pueblo. Era increíble lo rápido que oscurecía, por lo que nos fuimos más aprisa para poder ver bien el camino sin iluminación. La luna estaba en todo su esplendor, junto a las primeras estrellas que aparecían, entre ellas mi favorita, Sirio. También podía distinguir la famosa constelación de Orión y las tres marías. Si no fuera por las constantes curvas, estaría pegada mirando al cielo.

No tardamos mucho en llegar al pueblo. Me apresuré en alcanzar a mi amiga que iba adelante mio para quedar a su misma velocidad. 

—¡Oye, Rita! —le digo.

—¿Qué pasa Frani? —dice algo distraída.

—Te reto a andar sin manos.

—Jaja cuando niña podía, pero ya no me sale—hace un pseudo puchero— pero hazlo tú po'. 

—No se tampoco, pero a ver si me funciona—digo soltando lentamente el manubrio.

Al primer intento no pude, al segundo menos, pero el tercero es el vencido. Anduve como 5 segundos, tiesa como roca para no ladearme.

 —¡Oh Ritaaa! no creí que pudiera... poquito pero cuenta—y me pongo a reír.

 —¡Buena!—dice riéndose conmigo. 

Lo vuelvo a intentar, esta vez pedaleando al mismo tiempo, más dificultad.

—¡Jodeeer!—grito perdiendo el equilibrio. Y escucho la carcajada de Rita—. Casi muero—digo bromeando.

—Casi caes —dice mi amiga aun riéndose—, pucha, será para la otra.

Subimos dos cuadras  bastante inclinadas. Eran interminables, ya no sentía mis piernas tanto pedalear, lo bueno es que estaba tan cansada y calurosa que el frío me era indiferente. 

—¡Vamos Fran! Falta poquito—me alentaba mi amiga desde adelante.  

—Si, si voy super—digo sarcásticamente.

—Llegamos a la esquina y luego bajamos por la otra calle—hace una pausa—demos la última vuelta antes de entrarnos... ¿O estas muy cansada? —dice Rita volteándose para verme.

 Lo pensé un momento, estaba cansada pero al bajar descansaría. Además no tenía ganas de entrarme aun.

 —No, demosle no más, si aun puedo—y río ligeramente, aumentando la velocidad.

Llegamos a la esquina y doblamos a la izquierda, y luego a la izquierda de nuevo en la siguiente calle, haciendo una forma de "U", por lo que todo lo que subimos en la anterior, lo bajaríamos en esta. 

—Yo voy adelante—me dice mi amiga.

—Esta bien, y luego de bajar, ¿A dónde vamos?

—Hmm...solo sígueme.

Asiento con la cabeza, cuando de repente escucho el amistoso saludo de unas compañeras del liceo que iban caminando por la vereda. Suelto una mano del manubrio y las saludo de igual forma. Me hubiera bajado de la bici para darles un abrazo, mi típica forma de saludar, pero Rita iba mas adelantada y no quería dejar que avanzara sola. No se que tienen los abrazos, pero busco cualquier pretexto para darlos, es una forma muy sencilla de dar confianza y subir el ánimo. Me hubiera gustado saludarlas así.

Empezamos a descender por la larga cuesta. No se en que momento tomamos tanta velocidad, esto ya se me hacía familiar, a si que comencé a frenar con mi pie contra el suelo, pero no era suficiente. Miré hacia adelante y vi que mi compañera no disminuía su velocidad, no venía ningún auto en la primera esquina. Sin embargo no despegué mi pie del suelo, seguimos cuesta abajo hasta llegar a la segunda esquina. Por un momento se me erizó la piel. Vi a mi amiga doblar a la derecha, por donde venía un vehículo en dirección contraria. Ella tranquilamente dobló y siguió su camino, pero me di cuenta que si yo doblaba sin poder frenar en la curva me iría encima del auto. ¿Y si seguía calle abajo para evitarlo? Imposible, podría toparmelo justo en el cruce. A si que decidí doblar a la izquierda, en la misma dirección que iba el auto. Luego daría la vuelta para alcanzar a Rita. 

Levanto mi pie del suelo y lo pongo en el pedal, en ese momento siento una rara sensación, una especie de déjà vu más larga de lo normal, un aire frío recorre mi cuerpo y se tambalea un poco mi bicicleta, la tomo con firmeza, mientras siento como una gota fría baja por mi frente. Al instante se me vino a la cabeza la borrosa imagen de una mariposa azul, no cualquiera, sino la de la teoría del caos, la del efecto mariposa. ¿Significaría algo? 

Al llegar a la esquina llevo a cabo mi estrategia, doblo hacia la izquierda y paso frente al vehículo, el cual queda detrás mío, pero... venía otro de frente. Sus luces... eran muy altas, me cegaron. Escucho su envolvente bocina y quedo paralizada... lo último que siento es mi cuerpo chocando con el metal, definitivamente no era un sueño.

Todo pasa a negro. 

Pequeñas decisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora