Capítulo 7: ¿Cómo recordar?

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—¿No te vas a bajar? —me dice Nati, que estaba en el asiento de al lado.

—¡Ah! Sí, obvio —digo disimulando lo perdida que estaba— solo que... estoy distraída.

—¿Qué te fumaste Fran?, Uno bueeeno parece —dice la Fabi con voz muy chistosa, asomando su cabeza por detrás de mi asiento.

 —Jajaja nada —digo un poco más tranquila. Esas jóvenes me agradaron—. Ya chicas, nos vemos —digo parándome del asiento. 

  —¡Adiós Fran! —dicen mis amigas al mismo tiempo. 

Me bajo de la micro y espero a que se vaya. Les hago una seña de despedida a mis amigas con la mano y me quedo viendo como el autobús desaparece al final de la calle. 

Miro a mi alrededor; estaba oscuro, sin embargo la iluminación de las calles era bastante buena, algo que no me agradó ya que no podía ver bien las estrellas en el oscuro cielo. Me siento en la vereda de la calle para poder ubicarlas, costándome bastante pero finalmente las pude distinguir... ahí estaba la estrella más brillante, Sirio y al lado inferior estaban las tres marías junto a la hermosa luna opacada por los faroles. Estaban igual como aquel día...

A todo esto... ¿A qué fecha estábamos? Saco rápidamente mi móvil y lo quedo mirando por un rato. Me da mucho miedo desbloquearlo, quién sabe cuantos días han pasado, o quizás años. Pero la curiosidad es más fuerte y presiono el botón para encender la pantalla... Sábado 19 de marzo,  2016. No puede ser... ¡El mismo día del accidente!

Un largo escalofrío recorre mi espalda, quedé petrificada, inmóvil. Esto tenía que ser una broma. Es imposible que después del accidente me haya teletransportado a otro mundo y siga viviendo. ¿Qué estará pasando allá? 

Ya son más de las nueve de la tarde, y debí haberme abalanzado contra el auto pasado las ocho, unos minutos después del atardecer... es mejor no darle más vueltas al asunto, si no mi cabeza explotará, debo encontrar mi casa.

Me levanto de la fría vereda tratando de olvidar el tema y observo las casas. Eran comunes, ni grandes ni pequeñas, todas iguales. Una de ellas me provocó una rara sensación, como si la conociera pero no la recordaba. Me acerqué tratando de husmear por la ventana, viendo con dificultad a través de las cortinas a una niña, muy parecida a mi hermana.

Sí, debía ser ella.

Dude bastante, pero finalmente toco la puerta. Al instante me abre una mujer que jamás había visto en mi vida, o por lo menos en la otra. Tenía una melena negra con bastantes canas y una dulce cara. Se queda parada en el umbral de la puerta esperando a que hablara, o eso sentí.

—Ho-la —digo muy nerviosa. No se me ocurría que decir—. ¿Está mi mamá?

—¿Tu mamá? —hace una pausa—,  te equivocaste de casa jovencita—dice la señora muy seria—, deberías ver en la casa de enfrente.

—Aah... okey, gracias igual —digo algo triste. Sí Fran, claro que le ibas a acertar a la primera, con lo yeta que soy. Me doy media vuelta y  se escucha una carcajada.

—Franiii, ¡vuelve aquí!, Wuajaja ¿En serio te la creíste? Si solo me corté el pelo, no es tanto para no reconocerme wuajajaja —dice la señora muerta de risa—, debería dejar este trabajo y ser humorista... sí, me iría bien. 

Disimulando mi asombro— Jajaja, ¡oh! No si ya sabía, solo te seguía el juego... no te vayas jaja —digo tratando de ocultar los nervios.

—¿Cómo las dejaría? si las conozco de toda la vida. Ya ven pasa que te estas congelando —dice entre risas la amable señora. Personas como ella deberían haber en todo el mundo, sin duda me alegró el día.

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