VIII

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Tres meses después

En el nublado aeropuerto de la ciudad se escondían, además de su equipaje, una reseña en lápiz de colores, con varias letras que conformaban "Te Amo". Impresionado al verla, corrí y mientras caían lágrimas de mis ojos, reía, me preguntaba si era un sueño, una y otra vez más. La abrace, intenté pellizcarla, hice pedazos el pasado y viví eso que me hacía tan feliz. Ella, sonrió como el primer día y recordé lo que nunca he vivido, soñé y lo realicé. Mi autoestima no dependía de mí ánimo, dependería de esa mujer que sin mostrar más allá de una sonrisa, me volvía loco.

Ya no habían terceras personas, sólo ella y yo. No existían más nombres, no intimidaban los pesares, ni el que dirá la gente, Lissa ahora me tomaba de su mano al caminar, mi apodo no era el más romántico, pero hacia ver que yo le pertenecía. Ya no eran dos caminos, ahora eran dos andantes en un mismo sendero. Ella lloraba y era mi hombro en su mejilla, yo lloraba y sus piernas eran mi almohada flotante. Ella sonreía y... Señores, yo era el más dichoso. Juntos íbamos a la iglesia, juntos comíamos helado, juntos dañábamos parques los días de San Valentin, juntos enseñábamos con nuestra vida, que el amor no es fantasía, era más que una forma de vida.

Una mesa para tresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora