✨Capítulo 13✨

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Rebecca no lo dudó ni un segundo.

Sus labios carnosos le respondieron el beso ansioso y ella pasó sus brazos por su cuello para acercarlo más. Todo daba vueltas en su cabeza mientras sentía las manos de Allen aferrar la parte baja de su espalda. Sus labios eran suaves, ardientes y su sangre corría casi con adrenalina. Allen la estaba besando.

Y él besaba tan bien.

De pronto, cuando él separó sus labios de los suyos para buscar aire, sus manos se endurecieron en torno a su cintura y sin más la apartó casi con brusquedad. Se dio la vuelta y le dio la espalda. Parecía querer serenarse mientras sus hombros subían y bajaban. Mientras tanto, el corazón de Becca seguía como un tambor y sus mejillas las sentía ridículamente calientes.

Tragó saliva todavía desconcertada por el arrebatado beso de hacía unos segundos. Allen respiró hondo con los músculos de su espalda tensos y entonces la encaró con frialdad.

—Tienes que alejarte, por favor. —Su tono de voz delataba una desesperación tan palpable que lo hacía ver un tanto vulnerable.

Le estaba suplicando.

—En realidad no deseas eso —dijo ella con determinación.

Estaba segura de que él también lo sentía, la conexión, la asombrosa atracción entre ellos, casi dolorosa. Y por la forma de besarla lo había confirmado.

—No quiero desearlo. —Endureció la mirada—. No vuelvas a acercarte —ordenó cortante antes de apresurarse hacia la puerta de su departamento y cerrarla con fuerza. La dejó ahí, en el pasillo, con las emociones todas revueltas en su interior.

Becca apretó los dientes y también reprimió la necesidad de tocar su puerta para tratar de convencerlo, para que la dejara entrar. Sabía que no conseguiría nada si lo intentaba. Abrió la puerta de su cuarto resignada, aunque la emoción seguía en su interior como un fuego incesante. Entró al pequeño baño.

Se contempló en el espejo y se pasó los dedos por los labios, recordó la sensación de hacía unos minutos y una sonrisa involuntaria se formó en su rostro.

—No vas a escapar tan fácil de mí —susurró.

Si Allen pensaba que ella se asustaría con sus defensas duras y desconcertantes, estaba equivocado. Ahora lo que se plantearía hacer, no solo se trataba de ella, también de Allen, y tal vez esa era la parte que más motivación le daba para hacerlo, para entrar en su vida. La jodida atracción que sentía por él era por lo que intentaría todo.

Por ello, su propósito sería ese: acabar con la tormenta gris que había en el cielo de su corazón y lo hacía sufrir.

—Puedo hacerlo —afirmó a sí misma con convicción.

Se limpió la cara y se lavó los dientes con un nuevo sentimiento en su interior. Tal vez sería una locura lo que haría, sin embargo, no veía de qué otra forma acercarse a él. No importaba lo que pasara después, algo le aseguraba que valdría la pena, y ella no tenía miedo a nada, ni una pizca. ¿Cómo tener miedo cuando el futuro es incierto?

Con esa convicción, por primera vez soñó con esos ojos fantásticos. De alguna forma se volvieron más reales con cada minuto que transcurría en su habitación.

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Susana le apretó el brazo en medio de la clase. Becca se sacudió de su agarre y volcó los ojos, no estaba precisamente de buen humor aquel día. Era inició de semana y no había visto a Allen por ningún lado desde aquella ocasión, y eso le provocaba una sensación de malestar.

Heridas ProfundasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora