HISTORIA I
EN UN LUGAR DE ESPAÑA, SIGLO XVII
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−A lo mejor estabas vivo cuando te echaron al candelero y consciente porque te sentí. ¿Cómo hace uno para saber el dolor que soportaste? Ni imaginándoselo puede uno saberlo. Te arrancaron de mi vida y no pude hacer nada. Euclides, mi amor, perdóname por no poder ayudarte...
−“Señor Jesucristo, hijo de Dios, ten misericordia de mí; Señor Jesucristo, hijo de Dios, ten misericordia de mí; Señor Jesucristo, hijo de Dios, ten misericordia de mí”.
No era una letanía colectiva, ni un mantra para liberar el alma de sus miedos, pero la larga fila de caminantes la repetía individualmente, pausadamente, como la mejor manera de comprender que ante la insaciable persecución de los inquisidores de la Iglesia Católica, podían contar con tener una esperanza invisible como la mejor protección para sus vidas.
Y Juana Enríquez, yendo a la cabeza, también la decía sin dejar de pensar en cómo fue asesinado su amado.
−Y a sus viejos, también los quemaron. Gente inocente ¿Por qué Dios mío, por qué? Absurdo que esto ocurra. La maldad no tiene límites―seguía pensando.
Morir por creer en Cristo era la mejor opción ante las acusaciones de mantener pactos con el demonio.
Podían muchos de los que huían exteriorizar sus supuestos grandes poderes para por lo menos defenderse honestamente, pero era dejar al descubierto lo que ahora intentaban guardar para no ser precisamente conocidos por los perseguidores que no tenían contemplación para asesinar de las formas mas despiadadas que imaginación pudiera concebir, aunque achicharrar a las hechiceras fue lo mas común que por varios siglos se vivió en la Europa que ya pasaba lo medieval y más allá.
¿Qué si podían transformarse algunas de las mujeres de la larga fila de andantes en grandes pájaros alados y así huir hacia otras tierras para iniciar una nueva vida? Sería lo más fácil de hacer pero el costo en vidas no lo justificaría, porque al volar algunas las que no podían hacerlo serían muertas por los inquisidores que dirían que si una voló las otras que quedaron también deberían hacerlo y al no poder, el martirio sería el castigo final.
Se entiende así por qué prefirieron caminar y caminar, y los viejos y niños montados en carromatos, venciendo dificultades cien por ciento humanas, hasta llegar a un puerto dónde podían, como cualquier común mortal, abordar un barco que las llevara a otras tierras, lejos de su patria, porque sólo por ser las mujeres sospechosas de ser brujas “corrían peligro de ser linchadas por las masas: se les tiraba piedras, encendían hogueras alrededor de sus casas y ya algunas les destruyeron la casa con ellas dentro”.
Ni recordar lo que un tribunal inquisidor discutió para argumentar la realidad de las brujas:
−“¿Cómo poder documentar que una persona, en cualquier momento, vuele por el aire y recorra 125 leguas en una hora; que una mujer pueda salir por un agujero por el que no cabe una mosca; que otra persona pueda hacerse invisible a los ojos de los presentes o sumergirse en el río o en el mar y no mojarse; o que pueda a la vez estar durmiendo en la cama y asistiendo al aquelarre... o que una bruja sea capaz de metamorfosearse en tal o cual animal que se le antoje, ya sea cuervo o mosca?
―“Estas cosas son tan contrarias a toda sana razón que, incluso, muchas de ellas sobrepasan los límites puestos al poder del demonio”; pero, sin embargo, hay quienes lo creen como decir que Dios sí existe.
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BARAKA, EL PERDÓN DE LAS BRUJAS
Historical FictionUn grupo de mujeres con portentos maravillosos comienza su desventura en pleno apogeo de la Santa Inquisición española en el siglo XVII, al tratar de huir de lo que sería una muerte tan segura como horrorosa: la hoguera. A lo largo de tres siglos n...