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Era un ave grande, de un hermoso plumaje carmesí y de cuello largo, con ojos azulísimos, la que picoteaba las frutas del granado en el hortal de la casa de los Santamaría, en aquella mañana dominical por demás fresca para ser un día corriente del verano, en la que la familia se reunía a la espera de la comida.
Desde hacía un buen rato doña Rosa no miraba a sus hijos a través de la ventana de la cocina, donde estaba preparando el almuerzo mientras su esposo que fue al pueblo a vender algunos quesos y leche que producían en la pequeña lechería que tenían instalada en el patio de la casa, ya estaba a punto de regresar.- No debe tardar- se dijo.
Dejó lo que estaba haciendo y salió al patio buscando a los dos muchachitos de nueve y diez años, y a Margarita, la hembrita menor, de siete. A los primeros los vio a lo lejos, cerca de la casa del vecino, corriendo por la llanada, jugando a las escondidas, pero de la pequeña, ni rastro.
― ¿Dónde se habrá metido esa chavala?―pensó
Siguió caminando atenta, siempre buscando con la vista a la niña, pasando con cuidado por entre los sembradíos de hortalizas diversas que limitaban el terreno ajardinado, muy verde y bien cuidado, hasta llegar al pequeño gallinero, casi al final del patio, con los árboles de sombra que limitaban el terreno con los de los vecinos, y se extrañó al ver que todas las aves estaban inmóviles sobre los travesaños del criadero, como si durmieran, extrañamente, de día.
―¿Qué les pasará a estas bichas?, ninguna cacarea― refunfuñó.
―Mamá, mamá que dulces son las semillas de esta granada―Era la voz de Margarita, pero no la ubicaba, hasta que se plantó al frente de una hermosa ave, que picoteaba el antiquísimo fruto
―No, no puede ser, ¿en verdad eres tú, mi niña?― Y se puso las manos en la cabeza, sin saber qué hacer.
―Sí mamá, y las gallinas cuando me vieron callaron y no sé qué les pasa― replicó el pájaro.
―Mi amorcito, quédate allí, sin hacer nada, ya vengo― Y salió corriendo, ahora sí, sin importarle lo que pisaba a través del jardín y los sembradíos, lo mas azarosa posible, buscando el camino que llevaba a sus vecinos más cercanos, los Enríquez.
Al rato todos rodeaban a la niña-ave. La señora Santamaría lloraba en silencio. La señora Enríquez sonreía. Los señores observaban.
―¿No les parece una belleza?―Sorprendió con su opinión la señora Juana Enríquez, a quienes los demás se la quedaron mirando casi acusadoramente, salvo su marido.
―¿Una belleza...? ¿Cómo usted puede decir eso, no está viendo que mi hija está convertida en un inmenso pájaro parlanchín o no la ha escuchado a la pobre decir que quiere ser nuevamente niña?―dijo el padre.
―Usted ha entendido mal―le respondió― Lo que quiero decirles es que no hay que tomar lo que está pasando como algo muy malo. Ella volverá a ser como era, siempre que lo desee, pero en este momento está confundida por ser, eso creo, la primera vez que le ocurre y no se había dado cuenta sino hasta ahora de esa transformación...es como una crisálida que nunca sabe cuando dejará el capullo para convertirse en mariposa.
―Pero ella está pidiendo ser normal.
―Si, pero no lo ha pensado. Fíjese…
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BARAKA, EL PERDÓN DE LAS BRUJAS
Tarihi KurguUn grupo de mujeres con portentos maravillosos comienza su desventura en pleno apogeo de la Santa Inquisición española en el siglo XVII, al tratar de huir de lo que sería una muerte tan segura como horrorosa: la hoguera. A lo largo de tres siglos n...