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Carta 27

Samantha.

Aún recuerdo como un día antes de la boda quisiste hablar conmigo.

Creo que nunca podré olvidar ese día por más que lo intente.

Estabas usando un sexy vestido naranja, te veías mucho más hermosa que nunca.

Había vino y velas, me dijiste que querías que habláramos pero antes de yo poder decir algo tú te acercaste a mí, rodeaste mi cuello con tus brazos y acercaste tus labios a los míos de una manera demasiado seductora cómo sólo tú sabías hacerlo.
Me hipnotizabas con la mirada, me seducías con tus labios.

Y cuándo me besaste, fue cómo nunca lo habías hecho, fue increíble.
En mis locos pensamientos llegué a creer que todo se iba a solucionar.

Pero cuando te alejaste, me destruíste.

Recuerdo tus palabras tan claramente como si tan sólo las hubieras dicho ayer.

"Cariño, no me voy a casar contigo, sabes, de hecho nunca pensé hacerlo, no te amo, nunca te amé y estoy segura de que nunca podría amar a alguien como tú"

¡Oh rayos! Lo dijiste todo de golpe y con una seriedad impresionante.
Me mirabas con tus profundos ojos azules y sonreíste llena de malicia.

No estaba frente mío la Samantha que había creído conocer.
En aquel momento sentí como si una daga se clavara en mi pecho.
No podía respirar, me sentí morir.
¿Por qué había sido tu beso entonces?

Fuiste tan fría al decir que habías querido ilusionarme un poco.
¿Por qué?

Sabía que no debía pero te rogué y te rogué, lloré y lloré y grité al comprender que te había perdido.

Pero tú sólo sonreíste y te alejaste llevando una copa de vino rojo carmín en tus frágiles manos.

Mientras yo moría por dentro.