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SAM

Estaba aterrada, realmente alarmada, no podía dejar las cosas así, tenía que buscarlo; no me podía quedar tranquila cuando la vida de un chico dependía de mí.

Pregunté a todos mis amigos de la secundaria, hice muchisimas llamadas y hasta traté de contactar a su padre y finalmente conseguí su dirección.

Sólo necesitaba una oportunidad, así que me apuré y llegué lo más rápido que pude a su casa.

La puerta estaba abierta y un silencio enorme inundaba el lugar, por un momento pensé que todo esto era una trampa, que él sólo había querido atraerme a este lugar... pero la inseguridad me duró sólo un instante y de inmediato volví a sentir esa imperativa necesidad de encontrarlo.

Entré con muchísimo miedo, necesitaba hablar con él, pesar de saber lo mucho que me odiaba, en realidad eso ya no me importaba, había mucho que aclarar...

Lo busqué en la sala y la cocina pero Santiago no estaba, era muy fácil perderse ahí, era una casa enorme, pero debía seguir buscando.

Subí corriendo por las escaleras y entonces observé la escena que desde aquel día nunca más pude sacar de mi mente.

Me paralicé de inmediato y un viento helado corrió por mis venas, juro que sentí como si mi corazón hubiera dejado de bombear sangre por sólo un momento, aunque lo suficiente como para provocarme una sensación de muerte momentánea provocada por otra muerte muy distinta a la mía, de hecho.

Él estaba ahí a mis pies, lo veía con muchísima claridad y sin embargo no podía creer lo que mis ojos me decían, pude verlo allí, rodeado por un charco de sangre con un cuchillo en su mano.
Estiré mis dedos instintivamente hacia él, aún cuando estaba plenamente consciente de que ya no estaba vivo.
Sentí la gélidez de su cuerpo inmediatamente al contacto con mi mano y en un acto reflejo la aparté rápidamente.

En medio de mi desesperación tomé el cuchillo y pasé su filo por la yema de mi dedo pulgar para comprobar que no era todo esto un simple sueño, pero al sentir la punzada de dolor y ver la brillante gota de sangre emerger de mi herida y caer al suelo lo comprendí todo.

Es imposible expresar con palabras la impotencia que recorría mi cuerpo en aquel momento, lágrimas corrían por mis ojos y mi cabeza daba vueltas.
¡No podía creer que él hubiera muerto!

Ese chico era probablemente el amor de mi vida ¡Y lo había perdido por estúpida!

Quería morirme junto a él en aquel instante y supongo que de haber podido lo hubiese hecho.

Apenas tuve tiempo de gritar de desesperación, inmediatamente me sentí débil, como si ya no pudiera respirar nunca más y me desvanecí, dejé mi cuerpo caer en los brazos de la oscuridad mientras mi mente seguía divagando.

En aquel momento supe instintivamente que jamás volvería a estar tranquila, él había muerto, por mi culpa, por todo el dolor que le causé.

33 Cartas © #PGP2016 #PADPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora