Final 2/4

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Roberth se bajó rápidamente del auto para abrirle la puerta a Melanie, pero cuando llegó ella ya lo había hecho y estaba revisando su bolso como temiendo haber olvidado algo.

Ella miró el rostro de Roberth quien fruncía el ceño.
Estaba acostumbrado a hacer eso con Samantha, quien siempre fue muy consentida por él.

Melanie río al darse cuenta de lo que había pasado.

—Tranquilo chico, yo sola puedo abrir la puerta—le comentó aún riendo y colgandose su bolso.

Entraron a la que solía ser la casa de Roberth y Samantha, pero que cuándo ella falleció había pasado a ser no más que una simple bodega.
Contenía demasiados recuerdos en los que Roberth no había estado dispuesto a hurgar hasta ese momento.

Melanie caminaba por la casa con desconfianza y un poco de temor, el ambiente era muy extraño, aunque probablemente eran sólo imaginaciones de ella, quien se sentía como en aquellos programas de caza fantasmas o de detectives que ella y su hermana solían ver de niñas, se sentía con todo ese temor pero a la vez cierta fascinación por descubrir algo impresionante.

Avanzó a paso cuidadoso por todas las habitaciones de la antigua mansión, la cual definitivamente era hermosa, tenía lámparas y cortinas que a siemple vista lucían muy costosas, había también muchos cuadros en las paredes y los individuales en la mesa se habían dedicado a no más que a recolectar polvo.

No había pasado demasiado tiempo, pero al parecer, un año era suficiente para volver una mansión, una simple casa destartalada, muchas de las decoraciones ni siquiera se podían apreciar porque estaban cubiertas, al igual que los muebles, con extensas y polvorientas sábanas blancas.

Roberth avanzó hacia el dormitorio que solía compartir con Sam y llamó a Melanie, la chica avanzó temerosa haciendo sonar sus tacones contra el frío suelo de mármol.

Era de noche, y al igual que en el cementerio, en aquel lugar hacía mucho frío, de modo que la chica del cabello marrón se aferraba con fuerza a su abrigo.

Él hizo un pequeño espacio en el gran mueble que estaba en el dormitorio de Sam apartando libros y revistas e invitó a la chica a sentarse.

—Entonces... ¿Dónde están las cartas de Sam?—preguntó curioso y frunció los labios.

—En alguna parte de este dormitorio, supongo—afirmó ella sin mucho convencimiento en la voz y al comenzar a envolver un mechón de cabello en su dedo índice fue muy obvio para Roberth que ella o no lo sabía o no lo recordaba.

Él no pudo evitar sentirse furioso al darse cuenta de que pretender si quiera estar cerca de hallarlas era una tontería, ellos se encontraban en una mansión.
Esas cartas podían estar en cualquier lado.

Roberth llevó sus manos a su cabeza y trató de contener su desesperación, para él esto era muy importante, pero Melanie no lo entendía.
Ella siempre había sido una chica que prefería dejar el pasado en el pasado, sea cual fuese el contenido de esas cartas, su hermana ya estaba muerta y esas cartas debían morir con ella.

Según el punto de vista muy personal de Melanie, ellos no deberían buscar nada en las cosas de Sam, pero por empatía hacia el sentimiento de Roberth ella decidió que le iba a ayudar a buscar esas cartas, de todos modos ya estaban en esa casa.

Se levantó y le dio la mano a Roberth para que él haga lo mismo, él la miró sorprendido y se puso de pie.

—Las encontraremos, confía en mi—afirmó la chica y buscó algo en el bolsillo de su abrigo.
Saco de él un pequeño bombón de chocolate y se lo ofreció a Roberth.

—Esto siempre me ayuda cuando estoy nerviosa o deprimida—comentó mientras él lo tomaba y rasgaba su envoltura.

—Gracias Mel—masculló él y le dio una sonrisa sincera en forma de agradecimiento, esa chica le había logrado transmitir la paz que él no había podido conseguir en años.
Ella era como un rayo de luz, el poco tiempo que la conocía siempre había estado alegre, sonriente y positiva, a pesar que a situación fuera para estar todo lo contrario.
Además el chocolate estaba delicioso.

Melanie tomó una servilleta que encontró en su bolso y con su delineador de ojos color negro hizo un pequeño esquema de la casa para dividirse y buscar mejor.
Con las indicaciones de Roberth, quien conocía la casa como la palma de su mano separó habitaciones, baños, cocina, patio, ático, sótano y demás.

Entonces notó que en esa enorme mansión sólo habían dos dormitorios, el resto eran: biblioteca, salón de baile, sala de recreación, estudio, bodega...

—Roberth, ¿Por qué sólo hay dos dormitorios?—preguntó Mel mientras le sacaba punta a su delineador para seguir con el esquema.

—No necesitábamos más—respondió fríamente él.

—Pero hasta donde yo sé ustedes dormían en cuartos separados—afirmó la chica un poco pensativa.

—Así es, pero nunca pensamos en tener hijos—.Ella soltó su delineador y miró a los ojos a Roberth.
No es que le pareciera muy raro eso, pero ella siempre había sido muy conservadora y le parecía difícil de creer que eso fuese cierto.

—¿Tú no querías tener hijos?—inquirió con un tono de voz acusador apoyando sus manos en el comedor y abriendo mucho los ojos.

—Yo los quería, pero Sam no—confesó él—ella decía que tener hijos arruinaría su figura y amenazó con divorciarse de mí si yo insistía—él hizo una mueca y revolvió su cabello.

—Yo siempre quise pero no pude convencerla—su tono de voz se iba haciendo más débil conforme terminaba de hablar, con eso ella notó lo difícil que se le hacía tocar el tema.

Mel se había quedado demasiado sorprendida como para articular alguna palabra así que sólo se volteó y continuó con su dibujo.
Al igual que su hermana, ella no era demasiado emotiva ni demostraba mucho sus sentimientos, así que no supo que contestar ante aquella confesión.

Una vez que hubo terminado el esquema lo levantó y se lo mostró a Roberth mientras que le indicaba cómo se repartirián para buscar, él sólo asintió y comenzó a hacerlo.
No podía ser tan difícil.

Sin embargo, conforme la noche avanzaba cada vez perdían las esperanzas de hallar algo importante, sólo habían encontrado cosas que en realidad no tenían ninguna relevancia, como discos viejos o libros subrayados.
No había nada consistente.

Se acercaba la madrugada y la morena, quien siempre había sido muy supersticiosa comenzaba a sentir miedo de hallarse en aquella casa revolviendo las cosas de su difunta hermana.

El chico, en cambio, estaba cada vez más desesperado, él a diferencia de Melanie no le tenía miedo a la oscuridad o a cualquier superstición, pero tenía poca fe de encontrar algo.

A las dos de la madrugada se sentó en el sillón de terciopelo y apoyó su cabeza en sus manos.
La chica se acercó a él, puso su mano en su hombro y con una sonrisa le dio ánimo aunque ni ella misma lo tuviera ya.

Exactamente a las tres horas y cuarenta y cinco de la madrugada Melanie quien estaba buscando en el ático tropezó con una caja de mudanza y al tratar de aferrarse al closet más cercano, una pesada caja de madera rectangular cayó directo a su cabeza.

Melanie se desplomó al suelo inconsciente dando un alarido que debido a las altas horas se escuchó estruendosamente en toda la mansión como un eco que llegó a los oídos de Roberth quien corrió a ver que había sucedido.

Halló a la chica en el suelo, su cabello marrón desparramado y su abrigo morado cubriendo su frágil cuerpo.

33 Cartas © #PGP2016 #PADPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora