Cap. 21

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Llegué a casa y dejé el material del trabajo. Mi móvil sonó, así que lo saqué de mi pantalón para ver qué era.

>>Christie, 15:56: Quedamos a las cuatro y media en la tienda.

Kate, 15:56: Perfecto.

Christie, 15:57: Serás una modelo preciosa.

Kate, 15:57: ¿Modelo? ¿De qué estás hablando?

Christie, 15:57: Tú te probarás los vestidos. Nos vemos luego, te quierooo.

Kate, 15:58: Yo a ti te mato.<<

Resoplé y cogí mi bolso de nuevo. Bajé a la panadería de abajo y me compré un cruasán de jamón y queso. Después, paré un taxi y le di la dirección de la tienda.

Mi pesadilla no había hecho más que empezar.

[...]

- Bien, ¿habéis elegido los vestidos? –preguntó Christie, y nosotras asentimos-. Pues vamos a los probadores.

Nos dirigimos a los probadores, y la dependienta me indicó uno gigante. Entré y me ayudó a colgar todos los vestidos. Madre mía, ese probador era más grande que mi piso.

Fijé mi vista en los vestidos. Los miré horrorizada y salí del probador para mirarlas.

- ¿Estáis locas? –pregunté.

- ¿Qué pasa cariño? –preguntó mi madre.

- ¿Que qué pasa? ¡Ahí hay más de cinco vestidos! –señalé el probador.

- Somos muy indecisas –suspiró Christie-. Ahora pruébate el primero, ¡vamos!

- Os odio –murmuré.

Me metí en el probador y cerré la cortina de mala gana. Miré todos esos vestidos, y me até el pelo en una coleta. Esto iba para largo.

- Este no me gusta –dijo Hilary.

- A mí no me desagrada –comentó mi madre.

- A mí, bueno... –me miró Christie de arriba a abajo y luego a la dependienta-. ¿Tenéis mas colores?

- No, el rosa palo es el único que tenemos.

- Bueno, ese cuélgalo en la parte de posibles.

- Sí señora –dije metiéndome de nuevo en el probador.

Miré el próximo vestido cuando empezaron a hablar, y yo las escuché atentamente.

- Estaba preciosa en todos esos vestidos –comentó Hilary.

- Sí, pero tenemos que elegir uno –añadió Christie-, no pueden ir con un vestido de cada las damas de honor.

- Lo que se está perdiendo Dean –soltó mi madre, y yo fruncí el ceño-. Con la buena pareja que hacían...

- Lo arreglarán –consoló Hilary a mi madre.

- Eso espero, porque a este paso... –suspiró Christie.

- ¡Eh! –grité abriendo la cortina de golpe-. Que os estoy escuchando.

- ¿Sí? Pues mejor –bufó Christie.

- Chris...

- Cariño –me cortó mi madre-, ¿por qué no lo arregláis?

- Porque las cosas no se arreglan con cuatro palabras.

- Pues añádele el polvo –sugirió Christie.

- ¿Por qué no te metes la lengua en el culo? –escupí molesta.

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