Cap. 29

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Después de comer decidí ir a ver a Dean. No solo porque tuviese ganas, sino porque le tenía que organizar la cita a Marcel. Cuando el ascensor llegó, piqué a la última planta, y al llegar me encaminé a paso rápido hacia su despacho. Cuando pasé por la mesa de Brenda esta no dudó en ponerse de pie y llamarme la atención.

- Ogh, ¿por qué no me dejas tranquila? –pregunté parándome frente suyo.

- No puedes entrar –dijo cruzándose de brazos.

- ¿No te quedó claro lo del otro día? –dije cruzándome de brazos también.

- Solo cumplo órdenes. Y una de ellas es que nadie puede entrar –recalcó palabra por palabra.

- Si bueno, lo que tú digas.

Pasé por su lado y seguí dirección el despacho de Dean.

- Te he dicho que no puedes entrar. ¡No puedes verle ahora!

- Brenda, si por ti fuera pondrías una orden de alejamiento para que no me pudiera acercar a él –agarré el pomo de la puerta y la abrí, y cuando estuve dentro del despacho, diez cabezas se giraron para mirarme-. Mierda –susurré.

- ¿Sí? –preguntó Dean mordiéndose el labio para no reírse.

- Mejor vuelvo luego.

- Mejor –asintió Dean.

Me disculpé y cerré la puerta. Después miré a Brenda.

- Te lo dije.

- Cállate ya.

Me pasé el resto de la reunión de Dean esperándole fuera de su despacho, apoyada en la pared. Fueron los quince minutos más largos de mi vida. Se abrió la puerta y giré mi cabeza para ver salir a aquellos hombres con una sonrisa radiante. Les devolví el saludo y me metí en el despacho de Dean.

- Odio a tu secretaria –anuncié cuando cerré la puerta.

- Y ella te odia a ti –dijo encogiéndose de hombros-. ¿No sabes picar a las puertas?

- Habló míster educado –dije rodando los ojos.

- ¿Ya me echabas de menos? –preguntó con una sonrisa, y yo negué con mi cabeza-. ¿A qué se debe tu visita? –preguntó cogiendo unos papeles y ojeándolos.

- Así que era verdad lo de la reunión.

- Claro, ¿no me creías?

- Eso da igual –me mordí el labio.

- Y dime, ¿a qué se debe tu visita? –repitió.

- Necesito un favor –Dean levantó la vista de esos papeles y me miró alzando una ceja-. Es un favorcito de nada. Muy pequeñito.

- ¿Ahora que somos amigos te vas a aprovechar de mí?

- Que va, si no lo fuéramos también te lo pediría –reconocí con una sonrisa.

- Tan simpática como siempre –sonrió-. ¿De qué se trata?

- Necesito que le digas a Amaia que esta noche vaya al Blue Harmon a las nueve.

- Espera, ¿Amaia? –preguntó con el ceño fruncido.

- Sí, la chica esa castaña tan mona.

- ¿Para qué?

- Para que cene con un amigo mío.

- ¿Quieres organizarles una cita a ciegas?

- Más o menos –asentí-. Bueno, ¿lo harás o no?

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