Cap. 24

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- ¿Una p-pelea? –tartamudeé, y Will asintió-. Pensaba que solo hacíais partidas de juegos, no de peleas.

- El jefe es el jefe –dijo encogiéndose de hombros.

Entonces mi móvil vibró en mi bolsillo trasero. Lo saqué y leí el mensaje. Suspiré.

- Me da a mí que os va a ver mucha gente –dije enseñándole el mensaje.

- No entiendo por qué la organiza.

- ¿Dinero? –negó con la cabeza-. ¿Entonces?

- Ni idea.

Me acerqué más a él y me agaché para besarle la cabeza. Me senté en su mesa, justo delante de él. Levantó la vista y me miró.

- No te preocupes, todo saldrá bien –sonreí.

- Dean es uno de los mejores luchadores que hay.

- Cierto, pero seguro que tus abdominales no son de ir solo al gimnasio –inquirí con una ceja levantada y él rodó los ojos-. Lo sabía.

- No me puedo comparar con él, me dará una paliza monumental.

- Habla con él y dile que afloje.

- ¿Y que su fama se vaya al garete? –rió y luego negó con la cabeza-. Pensé que le conocías mejor.

- Ya no sé si le conozco –solté en un susurro y apartando la mirada.

Will me agarró el mentón y me hizo mirarle.

- Todo saldrá bien, seguro –sonrió.

- ¡Eso te lo he dicho yo! –reí.

- Cierto –asintió sin dejar de sonreír.

Suspiramos a la vez y nos quedamos en silencio. Le miré a los ojos, cosa que él también estaba haciendo. Tenía unos ojos preciosos, azules, como los de Dean. Pero no se podían comparar para nada. Ambos eran distintos, transmitían cosas completamente diferentes. Will colocó su mano en mi muslo y me bajé de la mesa rascándome la nuca.

- Yo me tengo que ir. Nos vemos esta noche –dije dándole un beso en la mejilla.

- Hasta esta noche.

Salí del despacho de Will y me dirigí a la salida. Luego, me metí dentro del coche de Marcel. Una vez sentada le miré.

- ¿Vagabundos? ¿No tenías nada mejor?

- ¿Qué pasa? Han sido una perfecta distracción –respondió encogiéndose de hombros-. Y el colapso del sistema, ha sido la guinda del pastel.

- ¿Pero vagabundos? Podrías haber pensado en otra cosa.

- ¿Tienes lo que querías?

Saqué de mi escote el pen y sonreí.

- Sí.

- Bonito escondite.

- Gracias.

Me lo volví a esconder y Marcel arrancó el coche, pero no se movió del sitio. Entonces, apagó de nuevo el motor. Le miré con el ceño fruncido, sin entender nada.

- ¿Por qué no arrancas?

- ¿Dónde te estás metiendo Kate? –entrecerré los ojos, sin entender qué quería decir-. ¿Peleas? ¿Estás en algún tipo de lio o algo?

Mierda, el pinganillo.

- No estoy en ningún lio. De momento –dije sacándome el pinganillo y apartando la mirada.

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