Cap. 28

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Me removí en la cama ya que el despertador no dejaba de sonar. Recordé que era sábado y estaba de vacaciones, así que apoyé mi cabeza en la almohada boca abajo maldiciéndome por no desactivar dicha alarma. Dejó de sonar, así que me acomodé de nuevo e intenté conciliar el sueño, pero el maldito móvil volvió a sonar.

- ¡Joder! –grité frustrada.

Cogí el móvil y quité todas las alarmas. Volví a dejarlo en la mesita y me tumbé de nuevo. Pero entonces caí. Miré a mi lado, pero no vi a Dean. Revisé mi móvil, pero no tenía ningún mensaje ni nada. Resoplé resignada, e intenté dormirme, pero no pude ya que Dean no salía ni un puto momento de mi cabeza.

Antes solo estaba indirectamente, me dejaba vivir tranquilamente porque me acostumbré a no tenerle y a sufrirlo en silencio. ¿Pero ahora? Ahora se me había hecho más que imposible. Y más, sumándole a Will. Me levanté de la cama y decidí ir a desayunar algo, ya que no podía volver a dormirme de nuevo. Entré en la cocina bostezando, pero se me cortó al verle ahí.

- Buenos días –dijo Dean con una sonrisa.

- No te has ido –dije mirándole.

- ¿Qué? Claro que no –sonrió-. ¿Por qué me iba a ir?

¿Por la mierda de distancia que quieres?, pensé. Pasó por mi lado con dos tazas de café, me dio un beso en la frente y salió al comedor. Yo le seguí, y al ver todo eso en la mesa, mi mandíbula se desencajó y mi tripa rugió.

- ¿Tú has hecho todo esto? –pregunté acercándome y mirando el desayuno.

- Sí –respondió a la vez que se sentaba-. ¿Te unes?

Asentí con la cabeza y me senté. Miré lo que había preparado Dean. Se habrá levantado pronto para preparar todo esto. Cogí una tostada y le unté mantequilla y luego mermelada de fresa. Le pegué un mordisco, y solté un leve gemido.

- ¿Acabas de gemir? –preguntó Dean alzando una ceja.

- No como nada desde ayer al medio día –respondí dándole otro bocado.

- Pues deberías comer –sugirió dándole un sorbo a su café. Aunque sonaba más como una orden.

Estábamos desayunando en completo silencio cuando se empezó a escuchar música. Yo masticaba y seguía el compás con la cabeza ante la atenta mirada de Dean.

- Kate, tú móvil.

- ¿Qué? –pregunté confusa. Entonces escuché más atentamente, y ese era mi tono de llamada-. ¡Mierda!

Me levanté de la silla y salí corriendo hacia mi habitación, dándome con un mueble en el dedo pequeño del pie.

- ¡Mierda! –grité.

Seguí a la pata coja, y cuando iba a coger la llamada, colgaron. Resoplé y miré quien era. Decidí no devolverle la llamada.

Volví al comedor cojeando y dejé el móvil justo a mi lado.

- ¿Quién era? –me preguntó.

- Espero que el hospital, porque me he destrozado el dedo pequeño del pie –dije haciendo un puchero.

- Eso te pasa por ir descalza –sonrió de lado-. Ahora enserio, ¿quién era? –volvió a preguntar.

- Nadie. Se habrán equivocado.

Entonces volvió a sonar mi móvil. Le eché una mirada asesina, y lo puse boca abajo. Cuando dejó de sonar, sonreí.

- ¿Se han equivocado? –preguntó Dean, y yo asentí-. ¿Otra vez?

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