Cap. 36

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Estaba durmiendo plácidamente cuando el insistente ruido del timbre y unos golpes provenientes de mi puerta me despertaron. Abrí los ojos y me los froté, sin entender mucho la insistencia de esos golpes. Y más, viendo la hora que era. Me levanté y fui lentamente hacia la puerta, bostezando, pero al abrirla, mi bostezo se cortó. Iba a cerrar la puerta cuando la frenó con su mano.

- Espera –dijo Dean.

Suspiré y la abrí lentamente de nuevo. Le miré, esperando que me dijera qué narices hacía en mi casa aporreando la puerta a las cuatro de la mañana. Sí, me había cabreado.

- ¿Has sido tú?

- Perdona, ¿qué? –pregunté confusa.

- ¿Sabes de dónde vengo?

- La verdad, no. Estaba ocupada durmiendo.

- Acabo de huir de una redada policial –tragué saliva, y le miré detenidamente-, en el polígono. Y han incautado más de diez quilos de droga. Pregunta: ¿cómo lo han sabido? Respuesta: alguien se ha ido de la lengua.

Me miró varios segundos, hasta que hablé.

- Me alegra que hayas escapado.

- ¿Has sido tú? –preguntó, acusándome con la mirada.

- ¿Enserio me estás preguntando esto?

- ¿Quien más iba a irse de la boca?

- ¿He de recordarte que estás ayudando a Steve? –pregunté.

- Da la casualidad de que yo no le he contado nada a Steve de ese polígono –suspiré.

- ¿Algún topo tal vez? No lo sé, vosotros sabréis. No estoy muy metida en este mundillo.

Iba a cerrar la puerta cuando de nuevo la frenó.

- ¿Y ahora qué?

- Espero que no hayas sido tú.

- ¿O qué? –no me gustó nada el tono que usó.

- Te puedes buscar un gran problema, y no te voy a poder ayudar.

- Tranquilo, que no te vas a tener que mojar por mí.

Cerré la puerta de un portazo y volví a mi habitación. Cogí mi móvil y marqué el número de Steve, pero no contestó. Lo intenté varias veces más, hasta que a la quinta respondió.

- Kate, estoy ocupado con los interr...

- ¿Cómo se te ocurre? –le corté-. ¿Una redada policial?

- Gracias Steve por hacer tu trabajo –dijo con una voz aguda-. ¿Cuál es tu problema?

- Mi problema es que Dean ha venido a mi casa dejando caer que he sido yo la que se ha ido de la boca.

- Que chico tan listo...

- ¡Steve! Como me pase algo, será tú culpa.

- Yo solo hacia mi trabajo. No te metas en estos líos, y no saldrás salpicada.

- Ahora me acabas de meter tú.

Colgué y lancé el móvil al sofá. Ahora sí que estaba metida en un buen lío. Volví a la habitación y me vestí con lo primero que pillé. Después, salí de casa y me subí al coche.

Al llegar a casa de Will, piqué varias veces a la puerta, sin obtener respuesta alguna. Resoplé, y marqué su número a la vez que seguía picando a la puerta. Iba a picar una vez más, cuando la puerta se abrió.

- ¿Kate? –preguntó Will.

Entré en casa, y me pasé las manos por el pelo. Will cerró la puerta y me miró con los ojos entrecerrados, sin entender nada.

- ¿Sabes qué hora es?

- Sí, casi las cinco de la mañana. Tal vez las seis, no lo sé bien.

- ¿Me puedes decir qué haces aporreando mi puerta a estas horas?

- Digamos que creo que estoy en problemas –solté sin más.

- ¿De qué estás hablando?

- ¿Te suena un tal Robert? –sus ojos se abrieron por completo-. Por tu reacción me lo tomaré como un sí.

- ¿Qué pasa con él?

- El otro día le conocí.

- ¿De qué estás hablando?

- Le conocí como Alessandra, la italiana borracha, y no como Kate, la que se mete en líos.

- Para el carro –dijo levantando las manos-. Todo es demasiado confuso, y además es demasiado temprano.

- Si es confuso para ti, imagínate para mí.

- Ven conmigo –le seguí hasta la cocina, y empezó a preparar café-. Empecemos por el principio.

- Te lo voy a resumir: Robert me conoce, hoy ha habido una redada en el polígono y Dean me culpa a mí.

- ¿Ha habido una redada? –preguntó.

- ¿No lo sabías? –negó con su cabeza-. ¿Por qué no estabas allí?

- Porque iba Dean –cogí la taza de café y le di un sorbo-. ¿Y por qué cree Dean que ha sido tu culpa?

- Pues porque es Dean, y le reconocí el otro día que le espié, y a lo mejor cree que le he estado espiando ahora y alguien me habrá descubierto –mentí.

- ¿Espiabas a Dean? –asentí-. Creo que voy a necesitar otro café.

- Y yo una cara nueva.

- ¿Por qué conociste a Dorion? –miré a Will.

- ¿A quién? –pregunté con el ceño fruncido.

- Dorion es su nombre real. Robert es el nombre que usa en los negocios. Larry y él eran socios, y...

- Espera –le corté, y Will me miró-, ¿has dicho Larry?

- Así es.

- ¿Larry Owens?

- ¿Le conocías?

- Era mi padre. Bueno, solo estaba casado con mi madre –aclaré.

Will se atragantó con el café, y su mirada no me gustó nada.

- Tú eres esa Kate –dijo lentamente.

- ¿Qué Kate? –pregunté, sin querer saber realmente la respuesta.

- Por tu culpa yo estoy en problemas.

- ¿Por mi culpa? –repetí-. Si te conocí hace relativamente poco, no me ha dado tiempo a ponerte en problemas, créeme.

- Debes marcharte.

Se acercó a mí y me cogió del brazo.

- ¡Will! –exclamé.

- Lo siento, pero debes irte –dijo arrastrándome hacia la puerta.

- Will, escúchame.

- No, escúchame tú a mí. No voy a perder a mi hijo por ti.

- Si no me escuchas nos perderás a los dos –dije mirándole a los ojos.

Los labios de Will formaron una fina línea, y mantuve el contacto visual.

- Por favor –supliqué.

Will suspiró, y cerró la puerta de su casa, pero conmigo dentro. Soltó mi brazo, y volvió a la cocina. Le seguí, y al entrar, ocupé el lugar de antes.

- El día que se intentaron llevar a tu hijo –comencé a decir, y Will me miró-, uno de los tipos me dijo que Owens tendría que haberme matado. Que el jefe se enterará, y me matará, no solo a mí, sino a ti y a tu hijo.

- Podría hacerlo –murmuró.

- ¿Me podrías explicar por qué te metí en problemas?

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