o c h o

31 7 0
                                    

Alma;

Oh, Alma mía (o no tan mía).

¿Recuerdas el primer día de clases, cuando empezamos la secundaria?

A la salida del instituto nos fuimos a un parque de diversiones en la costa.

Recuerdo que andabas de un lado para otro, con tus dos trenzas, aquél jardinero corto y una camiseta a rayas, con tus botas de combate, obvio.

Recuerdo que había un brillo en tus ojos, emoción acumulada en tu sonrisa.

Y entonces me dijiste: «Esto es lo que quiero. Tú y yo y nadie más. Sin que nadie nos moleste como en el colegio».

Hoy, cuando me acompañaste sin decir más que un «hola» tímido hasta aquella plaza solitaria, recordé ese día.

Juro que podía ver un poco, un efímero brillo de aquella emoción. Un indicio de felicidad, o algo así.

Lo peor de todo fue que, mientras escuchábamos música desde tu móvil me di cuenta de que nunca lo sabré.

Nunca sabré qué es lo que te hizo tanto daño, porque me alejé completamente de ti.

Te enojaste por algo que te había pasado y cuando traté de controlarte me dijiste que me fuera al diablo.

Y me fui sin pensar que quizá me necesitarías, que necesitarías a tu único amigo.

Pero parecía que te iba muy bien sin mi.

Parecía, nunca sabré como sucedieron en realidad las cosas.

Ese segundo día de clases, en que toda ilusión creada el día anterior se desvaneció por completo en nosotros. Ese día, se arruinó lo que podría haber sido lo mejor.

Dejame regresar, por favor.

Esta vez no te dejaré sola.

Lo juro, lo juro con mi vida, Alma.

¿Por qué, Alma?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora