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Alma;

No llegamos al instituto, debido a la falta de sueño y al desvelo de la noche anterior.

Pero yo estaba feliz. Tan feliz que cuando pasaba por la calle saludé a Emily Tate, la niña a la que le pegaste un puñetazo en la cara cuando te dijo tonta.

¿Puedes ver lo bien que me haces, Alma?

Y esto sólo es el comienzo.

Me desperté más temprano de lo normal para ir a Starbucks a comprar dos cafés.

Te envié un mensaje para que fueras hasta la plaza, nos sentamos en las hamacas puesto que el césped estaba seco, sucio, y mojado debido al chaparrón.

Bebimos los cafés. Se que solo era una excusa para verte de nuevo.

Dime, Alma;

¿Qué es lo que tienen tus ojos? ¿O es tu forma de hablar?

No lo sé, pero hay algo, algo entre tu manera de rodearte de humo, tus ojeras y tus lunares, que puede obligarme a hacer cualquier cosa.

Como si la única palabra que quedara por decir fuera sí.

«¿Quieres ir a la ensenada después de clases?»

Sí.

«¿Quieres acompañarme a casa?»

Sí.

Sí, sí, sí.

¿Qué es lo que hace que no te pueda quitar los ojos de encima?

¿Qué me estas haciendo, Alma?

¿Por qué, Alma?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora