Despierto. Levanto mi cuerpo y lo dirijo frente al espejo. Por más que lo observo, sigue compuesto, pero sin embargo, noto que está roto, que el reflejo debería mostrarme un cuerpo con un agujero enorme en el pecho, atravesándome, llegando hasta lo más profundo de mí. Quizás sólo lo está interiormente. Está creciendo algo dentro de él, con un sabor amargo que se entremezcla con saliva y sangre en mi boca. Pero está bien. Quiere salir, quiere moverse, quiere hacerme gritar hasta que mi voz no pueda más, necesita hacer daño. Miro mi mano izquierda. Apenas le quedan marcas de la última vez que me mordí hasta hacerme sangrar. La autolesión ha dejado de ser física. Lo odio, miro mis propios estigmas y mi cabeza se inunda de preguntas, necesita un porqué. Por qué he estado tan ciego. Por qué me he dejado llevar y engañar. Por qué he deseado morir por palabras, sentimientos, mentiras. Aprieto los puños, la mandíbula. Lo noto. Noto cómo crece. Es odio, hacia mí, mi cuerpo, mis decisiones, todo lo que ha salido por mi boca, hasta el más mínimo suspiro, todo lo que he dejado dentro.
Está más que bien. Vuelve a haber algo dentro de mí. Odio, rabia, ira, ideas, sensaciones, necesidades que van más allá de todo lo que he podido crear en mí. Estoy arrancándome el dolor que me cubre por dentro con las manos, sin cuidado, con desdén. No me importa arrancarme el corazón. No me importa dejarme los puños. No me importa el dolor. No. Créeme, que si algo me importa poco, muy poco, es arrancar lo que me hace daño.
No necesito saber en qué momento he despertado. El tiempo me consume y yo me desangro a demasiada velocidad para pararme a pensar qué día dejó de doler. Es cierto eso que dicen, que duele hasta que deja de hacerlo. Nunca le vi demasiado sentido, pero ahora lo entiendo todo. No hay un periodo, un tiempo, hay una frontera que cruzar, un momento en que dejas de temblar si otro cuerpo no te toca, casualidades, días que despiertas y todo ha cambiado, nada sigue igual, ni tú, ni tu cuerpo, ni los recuerdos. Cualquier día, cualquier mañana cuando te despiertas, notas ese sabor amargo que se mezcla con sangre y saliva.
No me preocupa el ritmo de las ideas. Las palabras son importantes, pero lo es también la acción, y si he creído estar perdido, es porque he llegado a pensar que te habías llevado mi dirección, que cambiarla y seguirte era lo apropiado. Nunca he salido de ella, nunca la he perdido.
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Deathamphetamine.
Short Storyel dolor es de un color horrible. ella estilo sexo en Nueva York, yo estilo Faluya.