Todo lo que toco.

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Mis demonios no tienen horario y se pasan a cualquier hora para recordarme que en algún momento yo tampoco lo tuve. Me daba igual perder la noción del tiempo mientras tus ojos siguiesen gritando que tú y yo no teníamos hora, y acabé perdiendo la cabeza. Tú con ganas de perderme de vista y yo perdido entre calles y cuerpos. Tú perdida en tu mente y yo perdido entre tus labios. Tú perdida entre mis palabras sin sentido y yo perdido en mis ideas. Tú y yo están tan separados que hace que me plantee si es insano sufrir de esta forma y creer merecerlo.
Estoy ciego de nuevo y he vuelto a caer desde que no estás. No necesito que lo entiendas. No necesito nada. Quiero encontrar mi descanso de cualquier forma, arrancarme la piel a tiras, pero esta vez alejado de todo lo que me rodea, que nadie recoja todo lo que ya no soy y vea lo que hay dentro de mí. Odiaría dar mis horas, palabras e ideas y que alguien se cubriese con mi piel, nadie puede entender lo que es estar muerto en vida hasta que no recuerda como yo el último beso. Nadie puede entender lo que es un infarto hasta que se le paraliza el corazón como a mí la última vez que te vi llorar.
El frío es ahora lo único que me hace sentir, recordándome que por muy muerto que crea estar, algo de napalm corre todavía por mis venas. El hielo cubre mi cuerpo cada noche al recordar que ya no me esperas, no me miras y no soy nadie. Todo lo que tiene mi cuerpo es venas de humo y palabras, napalm, odio visceral y raíces que salen de mi corazón, buscando algo de luz. Mi mente, podrida, padece el día a día sin ningún control, pero sabe que no tiene nada más que decir. Por más que mis ideas sufran para convertirse en palabras y no dejen de salir sobre mis cuadernos, sabe que no queda nada. Soy consciente, no lo dudes. No queda dolor en mí, no hay necesidad, no hay más dominación que me empuje a un enfermizo e infeccioso sentimiento de culpabilidad. Hay notas atravesándome, fantasmas que creen poder colarse tras mi piel con facilidad, odio visceral, gritos que desgarran mis cuerdas vocales y miradas ciegas. Se cruzan, se acechan, pero no quieren verse, mientras la tuya está deseando no haber estado jamás tan cerca, la mía se pone de rodillas suplicando no estar tan lejos. Mentiría si dijese que entiendo algo de lo que escribo, ni siquiera entiendo nada de lo que ocurre, mi mente o mis ideas.
Vuelve a esperarme detrás de la puerta sabiendo que necesito verte y darte otro beso en la frente. Vuelve a escucharme quejarme del frío y la lluvia por estar contigo. Estoy atrapado. Te odio. Te añoro. Miento. No quiero nada. Lo necesito todo. Me quedo sin respiración. Mi cabeza pide un ataque al corazón, podredumbre vísceras, asco, que saque todo lo tóxico que hay en mí. Pero no podría aunque quisiese, vivo de la toxicidad y del odio que me consume, dándome así la poca vida que a veces puedo sentir. Son las cuatro de la mañana y me cuesta no ser irracional. ¿Qué esperabas?

Deathamphetamine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora