—¿Qué tal el fin de semana?
El nuevo me esperaba bajo, con un café en las manos, haciendo el gesto de ofrecérmelo.
Lo miré interrogante.
—¿Le has echado algo?
Rio.
—Eres muy malpensada—le dio un largo trago—¿Lo ves? No le he echado nada. Ahora ya te lo puedes beber.
Puse cara de asco.
—¿Con tus babas? ¿Estás loco?
Pareció molestarle.
—¡Eh! ¿Nos ha salido tiquismiquis la princesita? Supongo que tu chabola debe ser la más limpia del reino, ¿No?
—No quiero que me pegues un herpes o algo peor.
Me fui sonriendo.
—¿Sabes lo que darían la mayoría de las tías porque las invitara a algo? ¿Por qué las mirara?
—Tú lo has dicho...la mayoría.
Lo raro es que nunca dejaba de tener esa medio sonrisa, como si de verdad disfrutara de mis puyas.
—No me has contestado ¿Qué tal el finde?
Me encogí de hombros.
—¿Bien?
—¿Me preguntas?
—¿De verdad te importa?
Rio.
—Joder, rubia, me lo pones muy difícil. ¿Eres así siempre o sólo conmigo?
Nos giramos, porque alguien bajaba pesadamente por las escaleras.
—Guadi ¿Qué haces aquí?
El Guadi estaba bajo de las escaleras, con su aspecto desastrado de siempre, mirándonos como un cachorrillo perdido.
—Salvador dijo que baje, para que os ayude.
El nuevo resopló como si le molestara. Le miré con furia, y bastó para que captara el mensaje.
—Claro, Guadi. Tu ayuda nos va a venir muy bien—le dije con cariño—Siéntate conmigo. Tengo el trabajo perfecto para ti.
El Guadi sonrió como un niño pequeño, dejando a la vista su pobre dentadura, llena de huecos y dientes negros.
Cogí una caja bastante grande y la arrastré a su lado. El nuevo ya no parecía tan risueño. Dejó de hablar y bromear de golpe.
—Todo esto es ropa que ya no sirve. ¿Crees que nos podrías hacer el favor de quitar todos los botones y cremalleras? Nos ahorrarías un montón de trabajo.
El Guadi me sonrió cómo si le hubiera tocado la lotería. Se sentó a mi lado y comenzó a trabajar. Le temblaba el pulso mucho. Imagino que demasiados años de medicinas, drogas y alcohol. Por eso le llevaba bastante tiempo quitar cada botón o cremallera.
El nuevo actuaba como si estuviera incómodo. Estaba lo más alejado que podía de nosotros, y se había puesto los auriculares para escuchar música.
Mientras, el Guadi y yo hablábamos sobre tonterías. Era muy fácil hablar con él. Me encantaba hacerlo. Ahora llevaba una época bastante lúcida. Aunque la verdad, hasta en sus más oscuras etapas, siempre es fácil hablar con él. Es una persona muy especial.
Hoy me estaba haciendo reír, contándome historias de cuando era pequeño. De cómo era su vida en la aldea. De cómo le gustaba todos los días, a primera hora, asustar a las gallinas del vecino para que no pusieran huevos. O de cómo una vez, se ganó unos reglazos del profesor, porque puso una cría de una rata dentro del bocadillo de una niña. Así, cientos y cientos de historias que me hacían llorar de la risa.
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Más te vale
General FictionÁngel siempre lo ha tenido todo. Siempre se sale con la suya. Tiene mucho dinero y nadie que le pare los pies, hasta en lo que él llama una broma pesada hay más afectados y sus tutores deciden darle una lección. Un año de servicios a la comunidad en...