Capítulo 38

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Jueves- 5 de corazones.

Vale. Ya tenía claro que estar sin trabajar era una mierda. Había llamado a mi jefe para decirle que ya estaba bien y que podía ir, pero me dijo de malas maneras que hasta el lunes no me quería ver por allí. ¿Qué coño le pasaba?

El hombro aún me dolía bastante. Reconozco que en parte por cabezonería mía, porque no me estaba tomando la medicación que me habían dado. Cuando has visto a tu madre tomando pastillas la mayor parte del tiempo, te aseguro que te vas a los extremos...o bien pasas a ser una drogata, o bien no te tomas una pastilla ni por un dolor de muelas. A mí me había dado por lo segundo.

Me pasé la mañana deambulando por el albergue, de taller en taller, mendigando que me dejaran ayudar en algo. En todas partes me decían que por una vez, simplemente me tomara el día libre. Como si eso fuera tan fácil.

José Luis debió ver mi desesperación moviéndome como una leona enjaulada, porque me invitó a comer con él en el comedor con un viejo amigo suyo. Bueno, más que invitarme, me informó que hoy comería allí con ellos.

Y allí estaba yo, esperando en la puerta del comedor a que llegaran. El aburrimiento me hacía ser extremadamente puntual.

—¿Qué haces aquí?

Tenía justo delante a Ángel, mirándome como si hubiera visto un fantasma.

—Vivo aquí, ¿es que no te acuerdas?

No paraba de teclear su móvil mientras le hablaba, sin ni siquiera mirarme. Sería idiota. No entendía nada. Lo mismo me hacía sentir que era la única en el mundo, como me ignoraba totalmente.

—Ya...ya...eso ya lo sé... ¿Tienes que estar justo aquí? —me crucé de brazos sin entender nada— Es que he quedado aquí con mis padrinos.

—¿Tus padrinos?

Ángel seguía pegado a su móvil, mandando mensajes sin parar ¿Sería maleducado?

—Comemos juntos un domingo al mes, pero José Luis me ha llamado hoy que tenía que ser hoy...creo que mi otro padrino tiene lío por algo...no es fácil quedar con él.

Ahora sí que ya no entendía nada.

—José Luis me ha dicho que viniera a comer porque me quiere presentar a un viejo amigo.

—Mierda—dijo Ángel entre dientes—los muy ca...

—¿Qué pasa?

—Nada...te vas a divertir. Mis padrinos me han hecho una encerrona. Eso pasa. Tengo que hacer una llamada. Disculpa.

Y salió como si huyera como poco de un incendio.

Definitivamente Ángel hoy estaba más raro que de costumbre, y me había dejado claro que no le hacía mucha ilusión que comiera con él. Bueno, por un lado mejor. Así ya tenía excusa para no acompañarle mañana. Pero me jodía, la verdad.

Al rato Ángel subió con José Luis y otro señor más, que me resultaba demasiado familiar. A lo mejor ya había venido alguna vez a visitar a José Luis. Era más bajo que ellos y bastante corpulento. De la misma edad que José Luis, diría yo. Llevaba barba bastante larga y arreglada. Me preguntaba si también sería religioso. Ángel nunca me había hablado de él, aunque Ángel siempre evitaba hablar de lo personal. Preguntaba mucho, eso sí, pero de él hablaba poco.

—Bibiana, me alegro que hayas podido venir.

Le miré con incredulidad.

—¿Es que podía elegir?

José Luis rio y me dio una mirada de advertencia al mismo tiempo. Vi de reojo como Ángel aguantaba la risa. Decidí enterrar el hacha de guerra. No me convenía tener descontento a José Luis y lo cierto es que Ángel parecía más incómodo que yo.

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