Capítulo 16

4.4K 349 3
                                    

Rafael la contemplo durante unos instantes y, entonces, se encogió de hombros y le dijo algo en portugués a la mujer. Filomena dudo y, a continuación, puesto una mano sobre el hombro de Alejandra y asintió.

-Ya está -dijo Rafael-. La has convencido de que eres inocente. ¿Ya estas contenta?

-No, no estoy contenta -replico ella, poniéndose de pie-. No estoy contenta porque estas personas han sufrido y están pasando mal por culpa mía. No estoy contenta porque alguien esté utilizando mi negocio para enriquecerse. Estamos hablando de mi vida. Café Brasil lo significa todo para mí. Estábamos ayudando a la gente.

-Sí, claro. Simplemente eres una santa, Alejandra Álvarez del Castillo. Una santa con zapatos de tacón.

Ella tenso la boca.

-Evidentemente ha ocurrido algo y, dadas las circunstancias, no puedo culparte por pensar que yo estoy implicada, pero no es así. No tienes ni idea de lo afectada que me encuentro en estos momentos. De hecho, me ofende que puedas pensar que yo he tenido algo que ver con esto.

-Y a mí me ofende el fraude, especialmente cuando las víctimas son unos inocentes brasileños.

-Por lo que me has contado, tienes perfecto derecho a sentirte enojado y ahora entiendo por qué te negaste a extender el préstamo de mi negocio.

-Bien, en ese caso, no será necesario que perdamos más el tiempo.

-No digas eso. Si me haces pagar el préstamo, jamás podré enmendar lo ocurrido. No podré arreglar las cosas. Y deseo hacerlo.

-Estoy seguro -replico el, lleno de ironía-. No debe de resultar fácil ver como se desvanece una gran parte de tus ingresos.

-No me importan mis ingresos. Esto no tiene nada que ver con el dinero. ¿Por qué no me crees? Si es verdad lo que dices que ha ocurrido, ha sido sin que yo me entere.

La expresión con la que Rafael la miro fue casi tan dura como su voz.

-Eres la directora de una empresa y tienes acceso a las cuentas. Sería imposible que no lo supieras.

Alejandra lo miro fijamente. Se le acababa de ocurrir algo que la había dejado horrorizada. ¿Sería imposible?

No, no lo seria en absoluto.

De repente, todas las piezas del rompecabezas comenzaron a encajar. Recordó las frases que Rafael le había estado diciendo desde su llegada, cosas que no había comprendido en su momento.

Por supuesto que podría haber ocurrido. De hecho, sabía perfectamente cómo, pero no quien lo había hecho.

Horrorizada y presa del pánico, sintió deseos de decir la verdad, pero ya era demasiado tarde. No había que ser un genio para darse cuenta que él ya la había juzgado y condenado. Eso le ocurría por no haber sido sincera desde el principio. Debería de haberle dicho a su equipo de las limitaciones que tenía desde el principio. Debería haber sido sincera, pero, si lo hubiera sido, la empresa de Rafael jamás habría invertido en su negocio.

Necesita repasar las cuentas hasta el más mínimo detalle, pero ¿Cómo iba a poder hacerlo? ¿En quién podría confiar? Estuvo a punto de echarse a reír ante la ironía de la situación. Era un contrasentido que el único hombre que tenía los conocimientos necesarios para ayudarla era el que la estaba observando en aquellos instantes con un profundo desprecio. ¿Hasta dónde llegaría la desaprobación de Rafael cuando supiera toda la verdad sobre ella? Para limpiar su nombre, tenía que decirle toda la verdad sobre sí misma, por lo que dejo a un lado la idea.

Café Brasil era su responsabilidad. Había sido demasiado ingenua y el hecho de haber confiado en quien no debía había tenido unas consecuencias desastrosas.

No. No podía pedirle a Rafael Medina ayuda, al igual que no podía culparlo por no haber accedido a extender el préstamo. Todo había terminado. Regresaría a Inglaterra y, de algún modo, encontraría las respuestas que necesitaba. Después, buscaría en otro lugar la ayuda económica que necesitaba y saldría adelante.

El camino de vuelta a la casa de Rafael estuvo cargado de tensión. No era de extrañar. En opinión de Rafael las mujeres siempre se derrumban cuando se les descubría una mentira y eso era precisamente lo que le habría ocurrido a Alejandra Álvarez del Castillo. Ya no podía ocultarse. Se habían descubierto sus mentiras y las consecuencias de sus actos la habían golpeado con dureza. No le había quedado más remedio que disculparse ante Filomena y expresar su pena por la situación. Había realizado las dos cosas muy convincentemente.

De hecho, todo había sido demasiado convincente. Si no hubiera sabido que era imposible, le habría dicho que le sorprendía las acusaciones. De hecho, hasta el mismo había dudado durante un instante que ella supiera nada. Rápidamente, decidió de nuevo que era imposible. Alejandra tenía acceso a las cuentas y, además, las personas a cargo de las finanzas era su propio padre. Evidentemente, se trataba de un arreglo familiar.

Miro hacia atrás y se sorprendió mucho de verla pegada a sus talones. Rafael iba caminando muy deprisa, pero ella, a pesar de su menor envergadura, no le perdía le paso. Cuando vio la mirada que ella tenía en los ojos, comprendió que Alejandra ni siquiera sabía dónde estaba. ¿Era furia y frustración lo que se reflejaba en ellos? Tal vez. Después de todo, su plan había quedado al descubierto.

Había pedido al piloto del helicóptero que fuera a buscarla al día siguiente y que la llevara a Río de Janeiro para que, desde allí, pudiera tomar un vuelo a Londres. Eso significaba que le quedaba una noche más en la selva apara ahogarse en su culpa, pero no le quedaba ninguna duda de que, cuando Alejandra llegara a su dormitorio, dejaría de fingir remordimiento y pena. ¿Por qué molestarse si no tenía Publico?

Cuando llegaron a la casa, Rafael se volvió para mirarla.

-Faltan dos horas para cenar. Supongo que querrás descansar.

-Sí, gracias -susurro ella, casi como si no hubiera comprendido lo que él le había dicho.

Rafael se percató de la palidez de rostro de Alejandra y de las oscuras ojeras que le adornaban el rostro. Parecía agotada. Rafael frunció el ceño. Había caminado durante kilómetros y kilómetros en condiciones muy difíciles. Alejandra no se había quejado, pero el desafió físico le estaba pasando factura.

-Es mejor que te des una ducha y descanses un rato...

Jungla De PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora