Capítulo V

101 18 2
                                    

Habían pasado solo un par de días y Elizabet se sentía cansada y abrumada.

No había hecho otra cosa más que cuestionarse ¿qué rayos era lo que pasaba?

Pero nadie estaba ahí para aclararle sus dudas, ya que no había salido del camarote y su único contacto al exterior era el guardia que le llevaba las comidas a diario, quien no se mostraba muy parlanchín cómo le hubiera gustado.

Lo único que le decía era que estando en aquellas paredes de madera se mantendría a salvo de cualquier disturbio.

Y ciertamente no sabía que era mejor, ¿si estar encerrada o tener que soportar ver la revoltosa agua de mar?

Así que imaginó que lo mejor era permanecer encerrada, pues suficiente tenía con los movimientos bruscos del barco.

La puerta del camarote se abrió violentamente y ante aquel acto la joven se incorporó de la cama observando detenidamente lo que sucedía.

El odioso rey entraba sin permiso dando instrucciones a dos guardias de colocar el baúl de su padre aún lado de la cama.

La confusión la invadió, pues no entendía que hacía él con el baúl de su padre.

Pero su mirada interrogante y algo enojada no obtuvo respuestas, pues él no le mostraba ni la más mínima importancia, es más, era como si no existiera y aquello le molesto más de lo que hubiera querido admitir.

— ¿Cómo lo obtuvo? — se atrevió a preguntar en cuanto se percató de que él saldría al igual que los guardias de su camarote dejándola sola y con muchas más dudas.

— ¡Vaya! — dio la media vuelta encarándola tan divertidamente que se ganó una mirada furiosa por parte de la chica —. Creí que no me volverías a hablar.

— Si no fuera porque tengo tantas preguntas, no me molestaría en hablarle, ni mucho menos verlo.

— Pues... — frunció el ceño, fingiendo curiosidad ante aquellas palabras, pero todo su rostro y su socarrona sonrisa decían que le tenían sin cuidado —. Tienes suerte, porque no hablaré más contigo y no me verás por unos largos y aburridos días.

Aquellas palabras le dolieron y no entendía el porqué, suponía que era por la falta de tacto a la hora de ser pronunciadas.

Tragó duro el nudo de su garganta y ciñó sus labios sin darse cuenta, estaba herida, y le molestaba no saber por qué y aquello era suficiente para no contestar, para guardar silencio y no protestar. Si él no quería hablarle, que no lo hiciera.

Estaba dispuesta a no tener respuestas con tal de no humillarse, ya encontraría otras maneras de obtener información, al final de todo.

Dada por terminado aquel encuentro, ella volvió a sentarse en el filo de la cama, ignorando la presencia de David, quien le dedicaba una mirada intensa por su comportamiento.

— ¿Sabes? — no lo miró mientras él se adentraba al camarote —. A pesar de los años, sigues siendo la misma malcriada de siempre.

Ella quería gritarle que se callara, que dejara de decir incoherencias. Le molestaba tanto que fingiera que la conocía, le molestaba que se tomara atribuciones de hacerla sentir mal siempre, cuando sus amigos y las personas que la rodearon antes solo trataban de hacerla sentir bien.

¿Qué le había hecho ella para que él fuera así?

No le respondió, tan solo se calló las ganas que tenía de gritarle lo mucho que lo odiaba.

Era la primera vez que sentía semejante sentimiento por alguien, y mentalmente le vino la pregunta de ¿qué pensaría su padre si se diera cuenta que se estaba convirtiendo en una mala persona?

Contra Espada (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora