Capítulo X

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La primera parte del plan había resultado excelente, puesto que había logrado su propósito de participar en la búsqueda de su mejor amigo.
Aunque aún no podía deducir si por su culpa tendrían problemas, ya que Elena, la sobrina de David también los acompañaba.
Sino se equivocaba ni siquiera sabía correr, puesto que la enseñanza que poseía era simplemente el como comportarse y seducir a un hombre, pero aunque David se opuso rotundamente no hubo poder humano que la detuviera.
En todo el viaje la chiquilla se había mantenido muy contenta, y la comprendía, pues vivir siempre bajo cuatro paredes no era de lo más entretenido.
Desde que habían zarpado, tanto David como Eliza le habían dado largos discursos, donde le decían que no era un juego, que era muy peligroso lo que intentarían hacer, y que lo mejor sería simplemente permanecer todo el tiempo en el barco, pero hasta el momento seguía igual de testaruda.
Por otro lado, había cierto alivio en Elizabet al no llevar un pesado y ostentoso vestido, pues por ahora llevaba unos pantalones que le llegaban por debajo de la rodilla, y Elena no se quedó atrás, y también optó por unos.
Era la primera vez que usaba una prenda así, y aunque ni su institutriz ni a David les gustaban, no les quedó de otra que aceptarlos, pues eran mucho más cómodos y así tendrían mayor agilidad.

Con movimientos firmes, atacaba a Miguel en cubierta, sabía cómo usar la espada y era tan ágil y diestra que llegó el punto en el que lo desarmó.

— ¡Vaya! Si eres una pequeña fierecilla — bromeó, con sus manos a la altura de sus hombro indicando rendición mientras que ella con su espada apuntaba a su cuello.
— No lo suficiente — canturreó David, tomando la espada de Miguel y posicionándose para recibir el ataque.

Elizabet bajo su arma para girarse a ver a David, era su oportunidad para demostrarle que ella era útil para llevar a cabo una de las ideas más tontas y suicidas que se le había ocurrido.

— La que debería estar practicando soy yo — sin titubear Elena le quito la espada a David —. Sigamos con mi entrenamiento.
— No es necesario entrenarte — le mencionó el rey tomando la espada que tontamente sostenía —. No irás con nosotros a tierra, y con lo que sabes será suficiente para que sobrevivas y sino es así, al menos lo último que recordarás serán mis palabras llenas de sabiduría que te indicaban que te quedarás en casa.

La chiquilla estaba a punto de protestar, cosa que no era uno de sus hábitos, pero a esas alturas ya no lo podía evitar, puesto que lo había aprendido muy bien de Elizabet. Sin embargo, ni ella ni su tío se enfrascaron en una discusión, ya que los tripulantes comenzaron a gritar "tierra" llamando la atención del pequeño grupo.

— ¡Ya saben todos sus respectivas tareas! — David comenzó a recalcarle a su ejército lo que debían hacer para al menos sobrevivir —. Sino vuelve el Teniente junto con Miguel en dos días, tendrán que adentrarse al bosque en nuestra búsqueda, ¿queda claro?

Después de haber escuchado una respuesta positiva de toda su tripulación al unísono, bajaron.
Y como se lo imaginó Elizabet, Elena insistió en acompañarlos, y David lo acepto con la única condición de que volvería con Miguel y él Teniente en cuanto ellos encontraran el campamento de los hombres de Jacob.

— ¿Estas seguro que es por aquí? — pregunto por segunda vez Eliza a Miguel, pues ya llevaban mucho tiempo caminando y aún no llegaban a su destino, y él era el único que lo conocía.
— Claro que si.

Y de vuelta todo fue silencio. Algunas veces, Elena era quien murmuraba palabras intangibles para los demás, cuando se retrasaba, mientras que David se armaba de paciencia para no reprenderla, ya que había aceptado que los acompañara en contra de su voluntad y a pesar de la tempestad que estaban por enfrentar, él solo divagaba en cómo iba a parar con tantos caprichos de las damas que lo acompañaban, pues ellas parecían aprovecharse de la situación, ya que no eran buenos momentos como para emprender una larga discusión.
Y no era el único que se encontraba inmerso en sus pensamientos, pues la mayoría no se esperaba que Miguel se detuviera en medio del bosque donde no había señal de ninguna persona, aunque Elena sonrió levemente cuando los vio estáticos, ya que era su oportunidad perfecta para alcanzarlos.
Y justo cuando David se encontraba por argumentar de forma poco amable el porqué se detenía, Miguel emitió un chiflido y poco después soldados descendieron ágilmente de los árboles.
Eran al menos entre quince o veinte soldados por todos, aunque Eliza creía que algunos seguían en sus posiciones.
Uno de los hombres se encaminó hasta ellos, supuso que era el encargado del pequeño grupo.

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⏰ Última actualización: Jul 05, 2019 ⏰

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