capitulo 6

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La primera vez que la había visto presentaba un aspecto de dominio, estaba perfectamente peinada y controlaba sus emociones.
En ese momento veía a una mujer diferente. Tenía la mirada perdida, el pelo se le desprendía del moño y volaba en todas direcciones, estaba descalza y se había quitado la chaqueta. A la blusa que vestía parecía faltarle el botón superior y tenía una mancha oscuraencima de un seno.
-Menos mal que ya has vuelto -gimió-. No puedo hacerlo sola. Deprisa. Las dos gritan a todo volumen.
Los gritos procedentes de la alcoba confirmaron lo dicho por ella. Louis titubeó, pero ella lo agarró de la manga y tiró de él.
-Míralas -gimió estrujándose las manos-. Las he llevado en brazos y consolado por turnos, pero nada me ha dado resultado.
Tenía razón. Las dos criaturas aullaban con los rostros enrojecidos y los cuerpecitos contorsionados por la rabia. Louis nunca había visto algo parecido y se asustó.
-¿Están... bien? -preguntó inclinándose hacia las pequeñas-. Parece que algo no marcha bien. A lo mejor están enfermas. Quizá deberíamos llevarlas a urgencias.
Ella lo negó con un movimiento de cabeza.
-No creo que sea nada. Seguro están enfadadas porque no las han dado de comer. ¿Dónde están los biberones?
-Aquí -dejó las bolsas en el suelo y sacó un grupo de cuatro botellas pequeñas-. ¿No debemos calentarlas o hacer algo con ellas?
-Lo haré yo. Usaré el microondas. Trata de calmarlas mientras termino.
-¿Yo? -se volvió para mirar a las pequeñas y fue presa del pánico-. ¿Qué tengo que hacer?
-Levanta a una y mécela un rato, luego haces lo mismo con la otra. Es lo único que he hecho desde que te has ido -cansada se pasó la mano por la frente.
Al mirarla, Louis sintió un ramalazo de simpatía. ___ parecía agotada, pero al mismo tiempo más accesible que cuando estaba perfectamente peinada. A pesar del ruido creciente que los rodeaba, Louis le sonrió para animarla.
-Ve a calentar los biberones -le dijo-. Yo me encargaré de las cosas aquí.
-Bien -correspondió a su sonrisa con agradecimiento y el rostro pareció iluminársele. Levantó la bolsa con los biberones y se volvió-. No tardaré.
Louis se ocupó de los bebés. No tenía otra opción. Las criaturas exigían atención.
Parecía que Donna estaba más inquieta y lloraba tanto que se ponía morada. Mientras los gritos le desgarraban los oídos, él se dio fuerzas para levantarla, pero se sintió como un hombre perseguido por un tigre. Donna se contorsionaba de tal manera que le resultaba difícil sostenerla.
-Oye -trató de apoyarla en su hombro, pero no tuvo suerte-. Cálmate, cariño -la niña le pateaba el pecho.
-Debes calmarte -con torpeza trató de darle unas palmaditas, pero comprendió que no servía.
Louis sintió que la frente se le perlaba de sudor. Aquel era un trabajo difícil. De hecho, tenía la sensación de estar luchando contra aquella criatura. ¿Quién hubiera imaginado que algo tan pequeño podía ser tan fuerte y gritar a ese volumen? Deseó poder calmarla. Por primera vez en su vida le dio importancia a las habilidades de la comunicación. Deseó poder hablarle, averiguar qué le pasaba y darle una solución rápida para que dejara de llorar.
-Ya está -___ le entregó un biberón y levantó a Danni-. Comprueba si está demasiado caliente -le demostró cómo debía hacerlo vertiendo un poco de leche preparada sobre el dorso de su muñeca.
-¿Cómo sabes que se hace así? -preguntó.
-No sé -contestó mientras se sentaba al lado de Louis-. Quizá lo haya visto en el cine o en la televisión -se acomodó y le acercó el biberón a la criatura-. Toma -murmuró-. Es hora de comer.
Louis la observó y la imitó. En poco tiempo, los aullidos desaparecieron y se oyó un alegre sonido de satisfacción mientras las niñas comían.
Louis levantó la mirada y se encontró con la de ___. Los dos se echaron a reír.
-Sólo tenían hambre -comentó él-. Intentaré hacer lo mismo la próxima vez que tenga que prescindir de una comida. Gritaré hasta que alguien venga a alimentarme -suspiró mirando al bebé-. Pensándolo bien, debería estar gritando en este momento. ¿Qué hora es?
-Tarde -lo miró-. Podemos pedir que nos traigan una pizza.
-He comprado unas galletas, patatas fritas y una salsa de queso en la tienda -ojeó la habitación y se preguntó qué habría pasado con la bolsa porque sólo vio cajas y cajas de pañales.
-Como te he dicho, podríamos encargar una pizza -hizo una mueca y Louis, ahogando la risa, se volvió para mirarla.
-¿Es que eres una fanática de la buena alimentación? -le preguntó sonriente.
___ sonrió antes de volver a concentrarse en la pequeña que tenía en brazos. Hacía un momento estaba casi histérica por culpa del llanto. En ese momento sentía que se llenaba de tranquilidad interna.
De modo que eso se sentía al tener una criatura. Nunca había pensado en ello. Sus planes no incluían hijos. Sus ilusiones desde pequeña se habían concentrado en lograr una vida excitante. Mientras otras chicas jugaban con muñecas, ella llenaba una carpeta que llevaba consigo adonde fuera. Incluso en el presente, el trabajo era lo más importante. Sin embargo, se dio cuenta de lo agradable que era tener a una criatura en brazos.
Se enderezó. No le serviría de nada caer en el embrujo de la maternidad. Desvió su atención de la vida nueva que tenía en el regazo y se volvió para ver al hombre que estaba a su lado.
Louis miraba a la niña que tenía en brazos con expresión pensativa. Poco faltó para que soltara la carcajada. Era gracioso, pero sus sentimientos hacia él habían dado un giro. Al principio, cuando pensaba que era Adam, lo había despreciado por considerarlo despiadado y cruel, el tipo de hombre que se aprovechaba de las mujeres y luego se olvidaba de ellas. Luego había descubierto que no era tan malo y que se llamaba Louis. De cualquier manera, sabía que era un donjuán.
Aun así, tenía que reconocer que la: había ayudado sin quejarse demasiado.

UN REGALO EN MI PUERTA (Louis Tomlinson & tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora