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desde temprano, se movía con ritmo agitado en dirección al centro.

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          El lunes, a las siete y media en punto de la mañana, Alicia y sus hijas menores bajaron de un taxi en la puerta del viejo edificio del Mariano Acosta.

   -Adelante, señora, tome asiento. ¿Las chicas vinieron con usted?- La amabilidad del rector del colegio tranquilizo Alicia. Tuvo la sensación de que la elección no había sido equivocada.

         Afuera, en el amplio pasillo del primer piso, grupos de adolescentes con guardapolvo blanco se reencontraban entre bromas, comentarios y alguna mirada de reojo a las dos chicas que, en la puerta del rectorado, aguardaban el momento de entrar en las aulas con una mezcla de curiosidad y timidez.

   -Pasen, chicas. En un ratito la jefa de preceptoras les va a indicar el aula que les corresponde. Por ahora, esperen aquí mientras converso con su madre.

        Carolina y Natalia obedecieron. El despacho del rector tenia algo del escritorio de la casa de Bilbao: muebles oscuros y antiguos, una ventana alta y angosta que daba a la calle y viejos pisos de madera crujientes. Carolina pensó que el edificio de Urquiza y Moreno, donde estaba el colegio, debía tener los mismos años que la casa de Flores.

   -Dorita, su hermana, me hablo muy bien de las chicas. Dice que son muy estudiosas. Usted sabe 

Heredera de un secreto. -Elisa Roldán-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora