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de Flores y el de Ushuaia - por si surgía algún inconveniente. No hizo lo mismo con el número de Dora. Si bien su hermana había conseguido las vacantes, Alicia no quería que se haga cargo de las chicas. Como ella y su marido no habían tenidos hijos, conocían poco la sensibilidad y las necesidades de los adolescentes y corrían el riesgo de asfixiarlas en su intento por protegerlas. Cuando terminó los trámites, se despidió y bajó las gastadas escaleras de mármol. Sintió un cierto alivio: la calidez, el trato cordial y el ambiente que se respiraba le permitieron suponer que ahí las chicas sufrirán menos el cambio.

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          La primera semana de clases pasó sin sobresaltos y llegó el viernes. Al regresar del colegio, Natalia y Carolina encontraron la casa distinta. En el corredor, un par de valijas ya preparadas esperaban la partida de sus padres. Natalia no pudo evitar las l'grimas pero trató de que su mamá no la viera. Fue hasta su cuarto, dejó la mochila sobre la cama, se sacó el guardapolvo y llamó a Cristal: la perra de acercó dócil a ella, moviendo la cola, y se tiró a sus pies esperando las caricias que, esta vez, se humedecían con algún lagrimón.

          En la cocina, Alicia ordenaba la compra del supermercado. Previendo la ausencia de unos meses, había procurado dejar las alacenas lo más surtidas posible. Ella tampoco hablaba. Daniel se acercó con ternura, le rodeó la cintura con las manos y procuró tranquilizarla. Él también iba a extrañarlas mucho, pero sabía que la decisión era

Heredera de un secreto. -Elisa Roldán-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora