Lápida 4: BlackJack

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Hace poco había empezado a vivir con Julieta, me ayuda a veces con las flores y no me ha enseñado mucho sobre lo que debo hacer, pero durante las noches la veo escabullirse y salir de casa, no sabía a donde iba hasta que cierto día decidí seguirla, no podía creer a donde había ido, el casino más grande de la ciudad, no me sorprende mucho al ver la agilidad que tenía con las cartas, deambulé por el casino hasta que por fin di con ella, no estaba jugando, ella era la que repartía las cartas, me senté a la mesa y la vi sonreírme levemente, vi a los jugadores a mi alrededor y pude notar algunos listones negros, jugué una partida de BlackJack en la cual el jugador a mi izquierda ganó, pero vi que poco a poco le aparecía un listón negro, vi a Julieta pedirle a uno de sus compañeros que la cubriera en su mesa y la seguí persiguiendo a ese hombre a una distancia en donde no nos pudiese ver pero nosotros a él sí, llegó a un callejón y lo vimos ser golpeado por dos hombres mientras un tercero veía todo sentado, después de unos minutos le robaron el dinero y se fueron en un auto lujoso, nos acercamos al señor y Julieta se arrodilló a su lado y acarició su mejilla sonriendo gentilmente, el nombre de ese hombre era Marcus, parece que tenía una gran deuda con un jefe de la mafia, Julieta puso su mano en el pecho del hombre mientras la luz se escapaba de sus ojos y los cerraba lentamente, Julieta alejó su mano haciendo salir de Marcus un naipe de cristal que guardó en una pequeña caja de naipes. Me explicó que cuando tuviese mejor comprensión de lo que hago me podrían dar algo como esa caja para guardar más fácilmente mis flores, confundido por lo que dijo simplemente decidí regresar a casa, vi la marca en mi mano en forma de una flor y sonreí, fui a la capilla en la que me había casado con mi amada y recordé ese día con mucha alegría y nostalgia, fui después al cementerio a ver su tumba y sentándome frente a donde ella se encontraba hice algo que hace años no había hecho, le recité un poema, el mismo que le había dedicado cuando la conocí, sentí la luz de la luna alumbrar el lugar. Escuché unos aplausos a mis espaldas y al voltear vi a Smith sentado en una tumba, se acercó a mi sonriendo y me dio unos guantes sin dedos, me dijo que me los pusiera cuando regresara a casa y tomara las rosas de cristal, un viento frio soplo haciendo que me cubriera un poco la cara por el polvo que se levantó y cuando me destapé los ojos Smith había desaparecido tan rápido como apareció, al regresar a casa me puse los guantes y tomé las rosas viendo cómo entraban en los guantes, había obtenido una caja de almas.

Memorias de un ShinigamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora