Me encuentro en la ciudad cercana a donde me crié. Aquí tengo tantos recuerdos...me encantaría que al menos fuesen recuerdos agradables.
Pero no, me llevaron a un puñetero psiquiátrico, como si estuviese loco. ¿Qué sabrán ellos de mi? Nada. Nadie sabe nada,nadie es capaz de comprenderme. Nadie tiene este sentimiento de traición tan grande como lo tengo yo. Nadie.
Camino por las calles llenas de gente, recuerdo que odiaba esto. Bueno, en realidad lo odio todo de esta ciudad. Menos un sitio. El lugar donde me escapaba a pensar, donde podía hacer lo que quisiese. La azotea de un edificio abandonado.Subí al edificio, pues no estaba muy lejos de donde yo me encontraba. A medida que iba acercandome a la azotea oía unos lloriqueos de chica más fuertes.
Hasta que llegue al final de las escaleras, empuje lentamente la puerta de hierro oxidado para no sorprender a la chica.
Y ahí estaba ella. Luna.
Luna es la chica. La chica por la que quise en un tiempo dar hasta mi vida. Es más salimos un tiempo. Pero cuando me ingresaron en el psiquiátrico todo cambió. Ella me dejó y no volví a saber nada más de ella. Nada hasta hoy.
Ahora aquí la tengo, en frente de mí. Parece que me ha escuchado porque deja de llorar y se gira hacia donde yo estoy.
—¿Quién eres?
Me quedo sin habla. Hacía tanto que no oía su voz.
Podría decir que su voz era dulce y angelical pero lo cierto es que no. Su voz es autoritaria,firme. Pero ahora parecía tan frágil, tan vulnerable...
—¿De verdad no te acuerdas de mí?
—La verdad es que no. ¿Debería conocerte?
—No lo sé. Me parece increíble que no te acuerdes de tu novio loco favorito...
—¿Andrés?
—Sabía que te acordabas, solo había que darte un pequeño empujón...
—¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en...
—¿En el psiquiátrico? Sí, pero me dejaron salir hace unos meses. ¿No te alegras de verme?
—Emm...sí claro.
Me acerco a ella y noto como se pone tensa. Le agarro del brazo y ella hace fuerzas para soltarse.
—Tranquila Lu, que solo quiero darte dos besos.
No muy convencida relaja el brazo y me deja darle los dos besos. Me siento a su lado y me quedo mirando la ciudad desde el borde del edificio en el que nos encontramos.
—Me encantaba venir aquí de niño. Me sentía como un Rey desterrado. Muchas veces veía cosas increíbles, cosas que jamás olvidaré.
La miro sonriente y saco un cigarrillo, le prendo fuego y tomo una bocanada de humo.
—¿Qué tipo de cosas veías?
Mientras expulso el humo miro al cielo. Luego bajo la vista y, observo a una Luna diferente de cuando la conocí. Si, ya sé que hemos crecido. Pero de pequeña era menos curiosa, me gusta como es ahora.
—Cosas como, infidelidades, accidentes, encuentros secretos a altas horas de la noche, y...
—¿Y?
Me mira con los ojos llenos de intriga.
— Y a ti
Luna arquea una ceja, observo que tiene las manos entrelazadas y las aprieta con fuerza, tanto que sus nudillos empiezan a tornarse s un color blanco.
—Sí, recuerdo que me sentaba aquí y te veía al llegar de comprar con tu madre, con ese vestido celeste y lila que tanto te gustaba. Metías las cosas en casa y luego salías corriendo al descampado con Sara y Carla a jugar a la cuerda. Luego llegaban los niños. Ese tal Pedro. Cada vez que le veías tus ojos tenían un brillo que no tenían conmigo, sonreías todo el tiempo, desde que llegaba hasta que se iba. Y cuando se iban hablabas con tus amigas de si te había sonreído, saludado o incluso si habíais hablado.
Era agradablemente doloroso verte tan feliz.Miro a Luna y está boquiabierta y noto cierta compasión e incluso miedo hacía mi.
—Respetaba eso. Y cuando salíamos sabía que él era el que te gustaba, pero....me abandonaste incluso como amiga.
—¿Qué? No Andrés. Yo jamás te abandoné.
—Ah,¿No? ¿¿Y cuándo me dejasteis en el puto psiquiátrico?? Cuando te olvidaste de mí y no pensaste si quiera en que a lo mejor necesitaba hablar con alguien. Veía que los demas niños recibían visitas de amigos y familiares periódicamente. Pero yo no. Esos días me encerraba en mi dormitorio, me tumbaba en la cama y me quedaba todo el día mirando al techo gris oscuro.
Odiaba todo aquello y os odiaba a todos. Y me prometí algo, jamás volvería a pasar por aquello. Jamás me sentiría mal por culpa de nadie. Todo lo que me haga recordar mi infancia desaparecerá, si no es por el destino será por mis manos.Luna me mira aterrorizada y va caminando hacia atrás. Me levanto y voy hacia ella. Ella sale corriendo y entra en el edificio bajando las escaleras a toda prisa.
Y a todos alguna vez nos han dicho que las escaleras no se bajan corriendo. Escucho que cae tres pisos más abajo y voy corriendo hacía donde ella está. La veo en el suelo con las rodillas ensangrentadas. Cuando me ve hace un intento de levantarse pero se ha roto la pierna, y no puede escaparse.Me acerco lentamente y la tumbo en el suelo. Coloco mi pierna sobre su pierna rota y empiezo a apretar. Ella grita del dolor, y me suplica que pare.
—Este dolor que tú sientes no es ni una pequeña parte del que llevo yo acumulado en mi interior desde mi infancia. Vas a pagar por todo el daño, vais a pagarlo todos.Coloco mis manos alrededor de su cuello y las aprieto. Luna intenta apartar mis manos pero el dolor que tiene en la pierna y la asfixia que siente por mi causa le están arrebatando todas sus fuerzas. Llega un momento en el que deja de moverse y sus ojos están clavados en los mios.
La miro con dulzura y le doy un beso en los labios.
—Te quiero Lu.
Y salgo de la habitación del edificio.
Cuando bajo todos los pisos me encuentro a un chico de mi estatura más o menos, y lo reconozco.
—Hola Pedro.
—¿Te conozco?
—Sí pero no importa. ¿Buscas a Luna?
—Emm...si. ¿Cómo lo...?
—Quinto piso. Sube por las escaleras.
—Vale, gracias tío.
—No se merecen.
Le observo mientras sube apresuradamente por el edificio. Al cabo de unos minutos escucho un grito con el nombre de «Luna» que acaba con el silencio de la noche.
Sonriente me giro mientras expulso otra bocanada de humo. Ya está hecho.
Todos tienen lo que merecen tarde o temprano.
Por obra del destino, o por la mía.