CAPITULO 0

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 CAPITULO 0, AK SIMKAR

 

Dunas, dunas y más dunas que parecen no acabar, ese es el camino hacia la ciudadela del reino de la Tierra. El desierto se extiende en su inmensidad, para esconder y confundir, a cualquier extraño que se atreva a ir en busca del Templo de Ak Simkar, hogar del Faraón, y principal lugar de culto al Dios Sol.

                Los vientos soplaban suave pareciendo acariciar las dunas del reino, pero rápidamente su intensidad aumentó; la arena se elevó y se hizo imposible ver a más de cinco metros de distancia. Una tormenta se acercaba. Grandes ráfagas empezaron a azotar los muros de la ciudad. Y las megalíticas estatuas de los antiguos Faraones, lucían totalmente indiferentes ante la tormenta, que durante años habían contemplado sin ningún temor.

                En la entrada principal, dos grandes puertas, de una sola pieza en roca, altas y de gran espesor, se abren lentamente. Varios hombres están parados frente a ellas con sus manos extendidas, utilizando su arte de la Tierra para poder moverlas. Tres hombres traen en brazos a un niño, que patea y tira manotazos intentando zafarse. La gente celebra, pareciendo estar de acuerdo con el destino de aquel muchacho.

                —Padre ¿Qué hacen esos hombres con ese niño?

                —Lo destierran, hijo.

                —Pero es el hijo del Faraón.

                —Así es. Pero, hoy cumplió diez años y no desarrolló, el arte de la Tierra. No es capaz de controlar su elemento. Y las leyes de FATA son claras e irrenunciables.

                En lo alto del Templo principal —al estilo del Egipto del 7000 a.c. — el Faraón observa frio y sin expresión, con sus ojos café —como todos los hijos de la Tierra —. Al mismo tiempo otro niño, igual al que llevan los hombres en brazos, se asoma tímidamente tras el Faraón. Mientras el primer niño intenta zafarse aún con más fuerzas, pero no lo logra, y es alejado al desierto. El pequeño ve la tormenta venir y corre a adentrarse a las arenas, tratando de escapar. La tormenta azota a Ak Simkar, y los guardias gritan.

                — ¡No es una tormenta de arena! ¡No es una tormenta de arena!

                Los habitantes huyeron de los fuertes vientos hacia los subterráneos de la ciudad. Subterráneos que duplicaban el tamaño de la ciudadela bajo tierra.

                La tormenta ha pasado en el desierto y el pequeño yace tirado sobre la arena, casi moribundo. Cuando de la nada dos figuras humanas camufladas con el desierto, casi transparentes, lo toman desde los pies y lo arrastran. El pequeño intenta aferrarse al suelo para evitar ser arrastrado, pero solo encuentra arena. Clama por ayuda, pero inmediatamente todos desaparecen. Como si el desierto se los tragara.

FATA     (SAGA Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora